«El Señor, El Dios del cielo, que me sacó de la casa de mi padre y de la tierra de mis familiares, y que bajo juramento me prometió dar esta tierra a mis descendientes, enviará su ángel delante de ti para que puedas traer de allá una mujer para mi hijo». Génesis 24:7
Isaac fue sumamente honrado por Dios, al ser hecho heredero de las promesas por las cuales sería bendecida la tierra; sin embargo, a la edad de 40 años, se sometió al juicio de su padre cuando envió a su servidor experto y piadoso a buscarle esposa. Y el resultado de este matrimonio, que nos es presentado en las Escrituras, es un tierno y hermoso cuadro de la felicidad doméstica: luego Isaac la trajo a la tienda de su madre Sara, y tomó a Rebeca por mujer y la amo. Así se consoló Isaac de la muerte de su madre. Génesis 24:67
¡Qué contraste entre la conducta de Isaac y la de la juventud de nuestro tiempo, aún entre los que se dicen cristianos! Los jóvenes creen con demasiada frecuencia que la entrega de sus afectos es un asunto en el cual tienen que consultarse únicamente así mismos, un asunto en el cual no deben intervenir ni Dios ni los padres. Mucho antes de llegar a la edad madura, se creen competentes para hacer su propia elección sin la ayuda de sus padres. Hacían arruinado muchos su felicidad en esta vida y su esperanza de una vida venidera.
Nunca deben los padres perder de vista su propia responsabilidad acerca de la futura felicidad de sus hijos. El respeto de Isaac por el juicio de su padre fue resultado de su educación, que le enseñó a amar una vida de obediencia. Al mismo tiempo que Abraham exigía a sus hijos que respetaran la autoridad paterna, su vida diaria daba testimonio de que esta autoridad no era un dominio egoísta o arbitrario, sino que se basaba en el amor y procuraba su bienestar y dicha. -Patriarcas y Profetas,.cap. 15, p. 154
Si hay un asunto que debe ser considerado cuidadosamente, y en el cual se debe buscar el consejo de personas experimentadas y de edad, es el matrimonio; si alguna vez se necesita la Biblia como consejera, si alguna vez se debe buscar en oración la Dirección Divina, es antes de dar un paso que ha de vincular a dos personas para toda la vida. Ibid., p. 153.