Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre […]y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó. Hechos 28:8.
Los náufragos llegaron nadando a la costa de la Isla de Malta. Todos se salvaron (Hech. 27:44). Hoy, esa bahía es conocida como la Bahía de San Pablo, en recuerdo del hombre que fue héroe de aquella aventura en el mar. En el incidente del naufragio y del desembarco de Pablo en Malta, vemos la providencia de Dios en la vida del apóstol. Sigamos el relato. Los lugareños fueron sumamente atentos con los náufragos: «Encendiendo un fuego, nos recibieron a todos, a causa de la lluvia que caía, y del frío» (Hech. 28:1). Como el fuego empezó a extinguirse, Pablo fue a buscar ramas secas, y las tiró a la hoguera. En ese momento, una serpiente venenosa que huía del calor lo mordió. La mordida despertó las suspicacias de los lugareños: pensaron que un criminal como Pablo debía terminar muerto (vers. 3, 4). El hecho de que el apóstol sobreviviera despertó el espíritu supersticioso: pensaron que era «un dios» (vers. 6). Pero la vida de Pablo no dependía de las opiniones humanas. Estaba escondida en Cristo.
Por esa misma fe victoriosa en Cristo, Pablo sanó, sin que nadie le pidiera, al padre del gobernante de la isla, llamado Publio. Este había sido generoso con el apóstol, al grado de hospedarlo en su casa (vers. 7). Los cristianos son «como el rocío de Jehová, como las lluvias sobre la hierba, las cuales no esperan a varón, ni aguardan a hijos de hombres» (Miq. 5:7), sino que su bendición cae gratuitamente.
La manera de sanar de Pablo señala muy claramente su fuente divina y lo muestra como un canal del poder de Dios. Él ora, y luego pone sus manos sobre el enfermo. No hay palabras que le aseguren la curación. Pero Dios es invocado, y entonces su poder fluye a través de las manos del suplicante.
No somos más que canales de la bendición divina, tuberías por las cuales el agua de la vida es llevada a los labios sedientos. La oración precede y acompaña todo nuestro esfuerzo, para sanarnos y sanar a otros con el evangelio de Jesús.
Oración: que mi oración sea una fuente de salud y salvación.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2019 «Las Oraciones más Poderosas de la Biblia» Por: Ricardo Bentacur Colaboradores: Rosalba Barbosa & Gladys Cedano