«Pero en verdad les digo que había muchas viudas en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses y hubo una gran hambre en toda la tierra, pero a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón»
Lucas 4: 25-26, RVA15.
Si hay una verdad bíblica repetida múltiples veces es que «Dios no hace acepción de personas». De la familia de mi tía María, hermana de mi abuelo paterno, recuerdo especialmente una historia que solía contarnos de pequeños sobre la providencia divina durante la Guerra Civil española (1936-1939). Por aquel entonces la familia vivía, con sus cuatro hijos todavía pequeños, en una zona rural de Andalucía en la que había un convento de monjas. Ya en plena guerra, llevadas por la necesidad, una pareja de monjitas llamó a casa de mis tíos pidiendo algo de comer. Mis tíos no disponían de muchos recursos, pero cultivaban un pequeño huerto de donde sacaban las hortalizas y verduras necesarias para su subsistencia.
De una buena cosecha del año anterior, mi tía conservaba una gran tinaja llena de alubias blancas (frijoles), de las que compartió con las monjas todo lo que le cabía en una olla, que vació en el delantal de una de ellas. Las monjas sabían que mis tíos eran adventistas y mis tíos sabían que las monjas eran católicas, en un contexto de hostilidad contra los «herejes» que se había saldado con el supuesto envenenamiento, muy cerca de allí, por el clero local, del primer misionero adventista en España, Walter Bond.
Al cabo de unas semanas, las monjitas volvieron a pedir ayuda. De nuevo mi tía les entregó el contenido de una olla llena de las alubias de la tinaja. Y así durante varios meses. Hasta que un día, cuando llegaron las monjas, mi tía tuvo que decirles que esa sería la última vez que las podía ayudar porque se habían terminado las legumbres. Ese día, justamente, terminaba también la Guerra Civil española. Las reservas de la viuda de Sarepta duraron todo el tiempo que Elías necesitó su hospitalidad (ver I Rey. 17: 8-16). Y la reserva de alubias de mi tía duró mientras hizo falta y mientras estuvo dispuesta a compartir con las monjas.
Dame, Señor, disposición para compartir con gozo con quien necesite mi ayuda, sea quien sea. Si tú no haces acepción de personas, que yo no la haga tampoco.
ANTE LAS NECESIDADES DE MI ENTORNO
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2025
«CON JESÚS HOY»
Por: Roberto Badenas
Colaboradores: Nesthor Caraballo y Silvia García