martes , 23 septiembre 2025
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Notas de Ellen G. White 2025

El tabernáculo construido

 

Para la construcción del Santuario fue necesario hacer grandes y costosos preparativos; hacía falta gran cantidad de los materiales más preciosos y caros; no obstante, el Señor solo aceptó ofrendas voluntarias. “Di a los hijos de Israel que tomen para mí ofrenda: de todo varón que la diere de su voluntad, de corazón, tomaréis mi ofrenda”. Éxodo 25:2. Tal fue la orden divina que Moisés repitió a la congregación. La devoción a Dios y un espíritu de sacrificio fueron los primeros requisitos para construir la morada del Altísimo.

Todo el pueblo respondió unánimemente. “Y vino todo varón a quien su corazón estimuló, y todo aquel a quien su espíritu le dio voluntad, y trajeron ofrenda a Jehová para la obra del tabernáculo del testimonio, y para toda su fábrica, y para las sagradas vestiduras. Y vinieron así hombres como mujeres, todo voluntario de corazón, y trajeron cadenas y zarcillos, sortijas y brazaletes, y toda joya de oro; y cualquiera ofrecía ofrenda de oro a Jehová (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 356, 357).

El tabernáculo fue construido desarmable, de modo que los israelitas pudieran llevarlo en su peregrinaje. Era, por consiguiente, pequeño, de solo cincuenta y cinco pies de largo por dieciocho de ancho y alto. No obstante, era una construcción magnífica. La madera que se empleó en el edificio y en sus muebles era de acacia, la menos susceptible al deterioro de todas las que había en el Sinaí. Las paredes consistían en tablas colocadas verticalmente, fijadas en basas de plata y aseguradas por columnas y travesaños; y todo estaba cubierto de oro, lo cual hacía aparecer al edificio como de oro macizo. El techo estaba formado de cuatro juegos de cortinas; el de más adentro era “de lino torcido, cárdeno, y púrpura, y carmesí: y … querubines de obra delicada” (Éxodo 26:1); los otros tres eran de pelo de cabras, de cueros de carnero teñidos de rojo y de cueros de tejones, arreglados de tal manera que ofrecían completa protección.

El edificio se dividía en dos secciones mediante una bella y rica cortina, o velo, suspendida de columnas doradas; y una cortina semejante a la anterior cerraba la entrada de la primera sección…

En el primer departamento, o Lugar Santo, estaban la mesa para el pan de la proposición, el candelero o la lámpara y el altar del incienso. La mesa del pan de la proposición estaba hacia el norte … Sobre esta mesa los sacerdotes debían poner cada sábado doce panes, arreglados en dos pilas y rociados con incienso… Al sur, estaba el candelero de siete brazos, con sus siete lámparas. Sus brazos estaban decorados con flores exquisitamente labradas y parecidas a lirios; el conjunto estaba hecho de una pieza sólida de oro… Exactamente frente al velo que separaba el Lugar Santo del Santísimo y de la inmediata presencia de Dios, estaba el altar de oro del incienso… El fuego que estaba sobre este altar fue encendido por Dios mismo, y se mantenía como sagrado…

Más allá del velo interior estaba el Lugar Santísimo que era el centro del servicio de expiación e intercesión, y constituía el eslabón que unía el cielo y la tierra. En este departamento estaba el arca, que era un cofre de madera de acacia, recubierto de oro por dentro y por fuera, y que tenía una cornisa de oro encima. Era el repositorio de las tablas de piedra, en las cuales Dios mismo había grabado los diez mandamientos. Por consiguiente, se lo llamaba arca del testamento de Dios, o arca de la alianza, puesto que los diez mandamientos eran la base de la alianza hecha entre Dios e Israel (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 358-360).

Notas de Elena G. White para la Escuela Sabática 2025.
3er. Trimestre 2025 «EL EXODO: VIAJE A LA TIERRA PROMETIDA»
Lección 13: «EL TABERNÀCULO»
Colaboradores: Xiomara  Moncada y Karla González

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