inTerpreta

Moisés quería ver la gloria de Dios, contemplar visiblemente a su Creador, pero Dios quería que Moisés viera algo más importante: «Voy a hacer pasar toda mi bondad delante de ti, y delante de ti pronunciaré mi nombre. Tendré misericordia de quien yo quiera, y tendré compasión también de quien yo quiera» (Éxodo 33: 19). Lo que más necesitaban Moisés y los hebreos era comprender el carácter de Dios. Dios comprende nuestra fragilidad y debilidad ante el pecado, pero su amor es eterno. Quiere que sepamos que es un Dios de gracia y compasión. En el contexto del gran pecado de Israel con el becerro de oro, necesitaban antes que nada la misericordia de Dios.

El deseo de Dios siempre ha sido restaurar su imagen en su pueblo, lo cual tiene que ver sobre todo con el carácter. Por eso, cuando Moisés subió de nuevo a la montaña para ver a Dios, el Señor lo escondió en una cueva y pasó de largo, proclamando: «¡El Señor! ¡El Señor! ¡Dios tierno y compasivo, paciente y grande en amor y verdad! Por mil generaciones se mantiene fiel en su amor y perdona la maldad, la rebeldía y el pecado; pero no deja sin castigo al culpable, sino que castiga la maldad de los padres en los hijos y en los nietos, en los bisnietos y en los tataranietos» (34: 6-7). Sobrecogido por la grandeza de Dios, «rápidamente Moisés se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y adoró al Señor» (vers. 8). Luego, en respuesta a las súplicas de Moisés por su perdón y presencia continua, Dios se comprometió a mostrar aún más su poder con «maravillas que no han sido hechas en ninguna otra nación de la tierra» (vers. 10), para que todas las naciones supieran que él es Dios.

Al reflexionar sobre el libro del Éxodo, recordamos muchas historias que nos desafían. Dios proclamó y demostró milagrosamente su poder contra los dioses egipcios. El mar Rojo se abrió para permitir que escapara toda una nación. Asimismo, la comida y el agua aparecieron de manera milagrosa en el desierto día tras día. Los acontecimientos descritos en este libro son tan increíbles que algunos judíos y cristianos dudan hoy de su historicidad. Sin embargo, si descartamos estos relatos por considerarlos increíbles, estaremos dejando de lado algunas de las mayores verdades que necesitamos conocer. Nos perderíamos la realidad de que hay un Dios que nos ama a pesar de nuestra pecaminosidad. Pasaríamos por alto la gran verdad de que el perdón está disponible a través del santuario de Dios. Nos perderíamos el hecho de que Dios quiere vivir con nosotros, ser nuestro prójimo. Por último, nos perderíamos la asombrosa verdad de que reflejamos la imagen misma de Dios.

Después de repasar el texto que escribiste y resaltaste:

• ¿Qué te parece lo que marcaste o subrayaste y relacionaste?
• ¿Qué preguntas te surgen?
• ¿Qué partes te parecen más difíciles?
• ¿Qué otros principios y conclusiones puedes identificar?

¿Cómo puede ayudarnos la comprensión de que Dios nos ha hecho semejantes a él a darnos cuenta de nuestro verdadero valor como personas?