lunes , 13 octubre 2025
Lección de Univversitarios 2025

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El Capitán de nuestra salvación

Moisés le cambió el nombre a su ayudante, de «Oseas» a «Josué» (ver Núm. 13: 16), un nombre similar al de Jesús. El liderazgo de Josué prefiguraba el de Jesús. Ambos nombres significan lo mismo: «Jehová salva» o «Jehová libera». Tanto Josué como Jesús se enfrentaron a terribles enemigos, a los que solo podían vencer confiando firmemente en Jehová. Ambos fueron enviados para liberar al pueblo de Dios.

Josué derrotó a los ejércitos cananeos y Jesús vino a este mundo «para deshacer lo hecho por el diablo» (1 Juan 3: 8). Josué se enfrentó a gigantes físicos, pero Jesús tuvo que enfrentarse a gigantes mentales y emocionales, quizá los más difíciles de vencer. En el desierto, Satanás cuestionó que Jesús fuera el Hijo de Dios (ver Mat. 4: 3), lo tentó a la presunción (v. 6) y lo indujo a abandonar los planes de Dios a cambio de recibir ganancias mundanas (vv. 8-9). Cuando se enfrentó a cada uno de estos gigantes, Jesús respondió con dos simples palabras: «Escrito está». Ante cada tentación que Satanás le lanzaba, Jesús se defendía con la espada de las Escrituras y el escudo de la fe. Esta estrategia lo hizo victorioso.

La intensidad de las batallas de Jesús se ve en las noches en vela en las que el Capitán de nuestra salvación permanecía orando (ver Luc. 6: 12). Sus oraciones no eran monótonas y soñolientas. Jesús oraba a menudo «con voz fuerte y muchas lágrimas» (Heb. 5: 7). La lucha más dura contra los poderes de las tinieblas comenzó en el huerto de Getsemaní, cuando Jesús dijo: «Siento en mi alma una tristeza de muerte» (Mat. 26: 38). Agobiado por los pecados del mundo, la vida de Jesús se iba apagando poco a poco. La muerte habría supuesto un alivio al que darle la bienvenida, pero un ángel vino a fortalecerlo para que continuara su obra aún no terminada (ver Luc. 22: 43). «Lleno de angustia oraba más intensamente, y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra» (v. 44, RV95). El sudor sangriento de Jesús era un claro indicio de la intensa batalla espiritual que se desarrolló cuando liberó a su pueblo de los poderes de las tinieblas. Todo campo de batalla tiene sangre en el suelo, señal de las heridas y las muertes de los soldados que lucharon. El huerto de Getsemaní no fue una excepción; la sangre se derramó sobre el suelo para señalar el lugar donde Jesús «resisti[ó] hasta la sangre, combatiendo contra el pecado» (Heb. 12: 4).

Las historias de Josué en la batalla prefiguraban las batallas mucho más grandes que libraría Jesús. Saber que Jesús fue un «guerrero» nos ayuda a sentirnos seguros en él. Cuanto más experimentamos la victoria con Cristo, más confianza tenemos en que él ha ganado la guerra contra el mal.

Medita nuevamente en Éxodo 17: 8-16 y busca a Jesús en el pasaje.

¿Te ofrece el texto una perspectiva nueva o diferente de Jesús?

¿En qué sentido ves a Jesús como un vencedor?

Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2025.
4to trimestre 2025 «EL LIBRO DE JOSUÉ»
Lección # 02 «UN JOVEN LÍDER»
Colaboradores: Felipe Torres y Adriana Jiménez

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