jueves , 25 septiembre 2025
Lección de Univversitarios 2025

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Cerca de Dios

«Después de la transgresión de Israel, cuando este se hizo el becerro de oro, Moisés volvió a interceder ante Dios en favor de su pueblo. Él tenía cierto conocimiento de aquellos que habían sido confiados a su cuidado; conocía la perversidad del corazón humano, y comprendía las dificultades con que debía contender. Pero había aprendido por experiencia que, a fin de tener influencia sobre el pueblo, debía tener primero poder con Dios. El Señor leyó la sinceridad y el propósito abnegado del corazón de su siervo, y condescendió en comunicarse con este débil mortal cara a cara, como un hombre habla con un amigo. Moisés se confió a Dios a sí mismo junto con todas sus cuitas, y abrió libremente su alma delante de él. El Señor no reprendió a su siervo, sino que condescendió en escuchar sus súplicas.

»Moisés tenía un profundo sentimiento de su indignidad y de su falta de capacidad para la gran obra a la cual Dios le había llamado. Suplicó con intenso fervor que el Señor fuese con él. La respuesta que recibió fue: “Mi presencia irá contigo, y te daré descanso” (Éxodo 33: 14). Pero Moisés no creía que podía conformarse con esto. Había ganado mucho, pero anhelaba acercarse más a Dios, y obtener mayor seguridad de su permanente presencia. Había llevado la carga de Israel; había soportado un peso abrumador de responsabilidad; cuando el pueblo pecaba, él sufría intenso remordimiento, como si él mismo fuese culpable; y ahora oprimía su alma un sentimiento de los terribles resultados que se producirían si Dios abandonaba a los hijos de Israel a la dureza e impenitencia de su corazón. No vacilarían en matar a Moisés, y por su propia temeridad y perversidad, no tardarían en caer presa de sus enemigos, y así deshonrarían el nombre de Dios ante los paganos. Moisés insistía en su petición con tanto fervor y sinceridad, que le llegó la respuesta: “También haré esto que has dicho, por cuanto has hallado gracia en mis ojos, y te he conocido por tu nombre” (Éxodo 33: 17).

»Al llegar a este punto esperaríamos que el profeta dejase de interceder; pero no, envalentonado por su éxito, se atrevió a acercarse más a Dios, con una santa familiaridad que casi supera nuestra comprensión. Hizo luego una petición que ningún ser humano hizo antes: “Te ruego que me muestres tu gloria” (Éxodo 33: 18). ¡Qué petición de parte de un ser mortal finito! Pero ¿es rechazado? ¿Lo reprende Dios por su pretensión? No; oímos las misericordiosas palabras: “Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro” (Éxodo 33: 19)».— Elena G. de White, Testimonios para la iglesia, t. 4., pp. 523-524

Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2025.
3er trimestre 2025 «EL LIBRO DEL ÉXODO»
Lección # 13  «LA GLORIA DE DIOS»
Colaboradores: Felipe Torres y Adriana Jiménez

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