« No solo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de los labios del Señor» . Deuteronomio 8: 3
Cuando faltaban unas pocas semanas para el nacimiento de Joel David, mi esposa y yo decidimos pagar un curso online para aprender a cuidar bebés. Como ninguno de los dos tenía experiencia en la materia, nos resultó de gran ayuda aprender sobre los patrones de sueño de un recién nacido, qué hacer cuando están despiertos, cómo arrullarlos para que se duerman y otras tantas informaciones importantes.
En una de las primeras clases, la instructora señaló que un bebé recién nacido necesita aproximadamente quinientas calorías por día y que una onza de leche materna aporta alrededor de veinte calorías. Cuando escuché eso de inmediato tomé la calculadora y le dije a mi esposa que nuestro bebé necesitaría unas veinticuatro onzas de leche materna por día, así que se me ocurrió la «brillante» idea de darle tres tomas de ocho onzas cada una: una por la mañana, una al mediodía y otra por la noche.
Mi «brillante» plan tenía la intención de ahorrarnos los desvelos y no tener que alimentar al bebé por las noches. Justo mientras maquinaba, la instructora reventó mi burbuja mental y agregó que cuando un bebé nace, su estómago es del tamaño de un limón, por lo que necesita alimentarse a menudo, pero en porciones bien pequeñas. Fue así como pasé de la ilusión de darle toda la leche del día en pocas porciones a levantarme a las dos de la mañana para alimentar al bebé mientras mi esposa descansaba un poco.
En el ámbito espiritual, los seres humanos somos como bebés, nos beneficiamos mucho más del alimento espiritual en pequeñas dosis continuas. Lo que nos alimenta espiritualmente no es la cantidad de pasajes bíblicos que podamos leer en un solo día, sino el hábito constante de buscar a Dios mediante la oración y el estudio de su Palabra.
En una oportunidad un oyente llamó a un pastor que estaba hablando en la radio para quejarse del sermón que había escuchado en su iglesia el fin de semana anterior. Dijo que no le había gustado y que no se había sentido alimentado. ¡Ni siquiera recordaba de qué había tratado el tema! El pastor, le comentó que él tampoco recordaba lo que había comido la semana pasada, pero de no haberse alimentado, estaría desnutrido o incluso muerto. No descuides tu, alimentación espiritual. La madurez espiritual se alcanza «comiend0>> la Palabra de Dios poco a poco, como los bebés.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Jóvenes 2025
«HOY ES TENDENCIA»
POR: JORGE L.RODRÍGUEZ
Colaboradores: Isaí Cedano y Karla González