viernes , 18 abril 2025
Notas de Ellen G. White 2025

¿Qué más puedo hacer?

 

Jesús quería contrastar su forma de obrar con la de sus acusadores. Este apresamiento a medianoche mediante una turba, esta cruel burla y ultraje aun antes de que fuera acusado o condenado, era el modo de proceder de ellos y no de él. La obra de Cristo era manifiesta a todos. No había nada en sus doctrinas que él ocultara. Así reprochó el proceder de ellos, y reveló la hipocresía de los saduceos.

La verdad nunca languidecía en sus labios, nunca sufría en sus manos por falta de perfecta obediencia a sus requerimientos. “Para esto he nacido —declara Cristo—, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad”. Y los grandiosos principios de la verdad salían de sus labios con la lozanía de una nueva revelación. La verdad fue hablada por él con un fervor proporcionado a su infinita importancia ya los resultados trascendentales que dependían de su éxito (Comentarios de Elena G. de White, en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 5, p. 1122).

Sobre Cristo como sustituto y garantía nuestro fue puesta la iniquidad de todos nosotros. Fué contado por transgresor, a fin de que pudiese redimirnos de la condenación de la ley. La culpabilidad de cada descendiente de Adán abrumó su corazón. La ira de Dios contra el pecado, la terrible manifestación de su desagrado por causa de la iniquidad, llenó de consternación el alma de su Hijo. Toda su vida, Cristo había estado proclamando a un mundo caído las buenas nuevas de la misericordia y el amor perdonador del Padre. Su tema era la salvación aun del principal de los pecadores. Pero en estos momentos, sintiendo el terrible peso de la culpabilidad que lleva, no puede ver el rostro reconciliador del Padre. Al sentir el Salvador que de él se retraía el semblante divino en esta hora de suprema angustia, atravesó su corazón a pesar de que nunca podrá comprender plenamente el hombre. Tan grande fue esa agonía que apenas le dejaba sentir el dolor físico (El Deseado de todas las gentes, p. 701).

Estamos seguros solo al seguir por donde Cristo nos dirige. El sendero llegará a ser más claro, más y más brillante, hasta que el día sea perfecto.

La tarea del hombre es trabajar en cooperación con Dios. Solo, sus pies se deslizarán por el camino que aparentemente es el más seguro. No podemos andar seguramente un paso en la mera sabiduría humana. Si queremos andar sin temor, debemos saber que la mano de Jesucristo sostiene firmemente la nuestra. Y podemos saber esto únicamente escudriñando la Palabra del Dios viviente…

Dios desea que los hombres sientan su dependencia de él, y se confíen a esa mano que puede salvar hasta lo sumo, a ese corazón que palpita en respuesta al llamado de la sufriente humanidad. No debemos confiar en el hombre ni hacer de la carne nuestro brazo. Nuestra confianza debe estar puesta en una Mano cálida, viva, y en un Corazón que palpita de amor por los indefensos (In Heavenly Places, p. 258; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 260).

Notas de Elena G. White para la Escuela Sabática 2024.
1er. Trimestre 2025 «EL AMOR DE DIOS Y SU JUSTICIA»
Lección 11: «QUÉ MÁS PUEDO HACER»
Colaboradores: Xiomara  Moncada y Karla González

Matinales relacionados

Para estudiar y meditar

  Reflejemos a Jesús, 26 de junio, “La alegría en el hogar...

La ramera es juzgada

  Todos los que estiman en lo que valen sus intereses eternos...

Isaac y Rebeca

  Isaac, confiando en la sabiduría y el cariño de su padre,...

La esposa ramera de Oseas

  En un lenguaje simbólico Oseas presentó a las diez tribus el...