«Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono».
Apocalipsis 8: 3
La verdadera oración se aferra de la Omnipotencia y nos da la victoria. Hincado de rodillas; el cristiano obtiene fuerza para resistir la tentación. La oración silenciosa y ferviente del alma se elevará como santo incienso hasta el trono dela gracia, y será tan aceptable para Dios como si fuese ofrecida en el santuario. Para todos los que lo buscan así, Cristo es una ayuda presente en tiempos de necesidad. Serán fuertes en el día de la prueba.—Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 609.
Ser alabado como lo fue Cornelio es un extraordinario favor para cualquiera en esta vida. ¿Y en que se basaba esta recomendación? «Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios» (Hech. 10: 4).
Ni las oraciones ni las limosnas tienen virtud alguna para recomendar al pecador ante Dios; la gracia de Cristo, por medio de su sacrificio expiatorio, es lo único que puede renovar el corazón y lograr que nuestro, servicio sea aceptable a Dios. Esta gracia había obrado en el corazón de Cornelio. El Espíritu de Cristo había hablado a su alma; Jesús lo había atraído y él se había sometido a esta atracción. Sus oraciones y sus limosnas no eran el resultado de la imposición ni de la extorsión; no eran el precio que estaba tratando de pagar para asegurarse el cielo; eran el fruto del amor y de la gratitud a Dios.
Tal oración, procedente de un corazón sincero, asciende como incienso delante del Señor; y las ofrendas para su causa y los dones para los necesitados y sufrientes, son un sacrificio que le agrada.
La oración y las ofrendas están íntimamente vinculadas: son la expresión del amor a Dios y al prójimo. Constituyen la operación de los dos grandes principios de la ley divina: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón; y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas», y «amarás a tu prójimo como.a ti mismo» (Mar. 12: 30, 31). De modo que aunque nuestras ofrendas no pueden hacernos aceptables delante de Dios ni pueden ganarnos su favor, sí son una evidencia de que hemos recibido la gracia de Cristo; son una prueba de la sinceridad de nuestra profesión de amor.— Comentario Bíblico Adventista, t. 6, p. 1059.
EL TRONO DE GRACIA
Tomado de: Lecturas Devocional Vespertino 2025
«La Maravillosa Gracia De Dios»
Por: Elena G. White
Colaboradores: José Sánchez y Silvia García