«Le dijo: «Si de veras eres Hijo de Dios, tírate abajo; porque la Escritura dice:
«Dios mandará que sus ángeles te cuiden. Te levantarán con sus manos, para que no tropieces con piedra alguna»»Mateo 4:6.
Tras narrar las tentaciones de Jesús en el desierto (capítulo 4), Mateo lo ubica en un monte (capítulo 5), predicando uno de sus más grandes discursos registrados. La primera bienaventuranza que presenta es: «Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (versículo 3, RV95). Resulta interesante recalcar que Jesús estaba confirmando, con sus palabras, los hechos que le precedieron. Lo opuesto a un pobre de espíritu es un presumido espiritual, y de esta clase abundaban en las sinagogas, donde muchos no sentían la necesidad de un Dios redentor, sino que creían ser salvos por la opulencia de sus cargos y por la gloria del templo.
Ceder al pedido del enemigo y tirarse desde lo más alto del templo no representaba un peligro físico para Jesús, pues los ángeles que habían estado sirviéndolo en el desierto sin duda volarían a su auxilio, tal como estaba escrito. No obstante, eso habría representado falta de humildad y caer en la tentación del: orgullo, la jactancia y la vanagloria.
Elena G. de White escribió: «Un caballero deseaba cierta vez emplear a un cochero de confianza. Varios hombres acudieron en respuesta a su pedido. A cada uno le preguntó cuán cerca podía pasar del borde de cierto precipicio sin volcar el carruaje. Uno tras otro respondieron que podían acercarse hasta una distancia muy peligrosa, pero por fin uno contestó que se mantendría tan lejos como fuera posible de una empresa tan peligrosa. Este fue empleado para cubrir el cargo. Nuestra preocupación no debiera ser cuán lejos podemos apartarnos de los mandamientos de Dios y presumir de la misericordia del Legislador y todavía hacernos la ilusión de que estamos dentro de los límites de la tolerancia divina. Debiéramos determinarnos a estar de lado de Cristo y de nuestro Padre celestial y no correr riesgos por una obstinada presunción» (Reflejemos a Jesús, p. 44). Saber que el Señor ha prometido protegernos de las acechanzas del enemigo no nos da derecho a exponernos para probar nuestra fe y el poder de Dios.
Querida amiga, llevemos el evangelio con humildad y permitamos al Espíritu Santo hacer su obra en nosotras. La buena noticia es que Dios recompensará a los pobres de espíritu y se encargará de exaltarnos (ver Salmo 147: 6) así como Jesús fue exaltado hasta lo sumo (ver Filipenses 2:9).
Posdata: Feliz alejada del peligro.
Lecturas Devocionales para Damas 2025
“MÁS FELIZ EN CRISTO»
Por: Sayli Lucía Guardado Chan
Colaboradores: Milenia de la Rosa y Silvia García