Lección de Univversitarios 2025 Para el: 10 marzo
El don del silencio
Los escritores de la Biblia reconocieron la realidad de la muerte, la agonía, el dolor y la pérdida; sin embargo, comprender hasta qué punto es Dios responsable de la muerte puede ser una cuestión difícil de abordar. Ciertamente, Dios tiene el poder de evitar la muerte. El número de nuestros días de vida pertenece a Dios.
Job, en su lucha interior ante la muerte repentina de sus hijos, mostró total sumisión a la voluntad de Dios: «El Señor me lo dio todo, y el Señor me lo quitó; ¡bendito sea el nombre del Señor!» (Job 1: 21), aunque fue Satanás quien en realidad le «quitó» a sus hijos. Job se negó a culpar a Dios o a acusarlo de maldad (vers. 22). Nadie, ni siquiera su esposa, podía disuadirlo de seguir confiando en la bondad de Dios a pesar de las inexplicables tragedias que afrontaba. «Aunque él me mate, me mantendré firme», declaró Job (13: 15). A pesar de todo, Job nunca perdió su fe en la esperanza de la resurrección (19: 26). Job no comprendía la batalla espiritual que se libraba tras bastidores (caps. 1, 2), pero confió en Dios y puso su futuro en sus manos incluso después de haberlo perdido todo.
Ante su pérdida sin precedentes, los amigos de Job hicieron bien en sentarse con él en silencio (2: 13). Estar presentes en silencio era el mejor regalo que podían hacerle. Como muchos de nosotros —que hablamos demasiado pronto o fuera de lugar—, los amigos de Job cometieron un error en cuanto abrieron la boca (42: 7). A veces nos esforzamos demasiado por dar respuestas cuando en realidad no las tenemos. El dolor más profundo se produce en el silencio. Cuando hablamos demasiado pronto, le quitamos a la persona la oportunidad de procesar su dolor a un nivel que va más allá de las palabras.
A menudo, nuestra forma de experimentar el duelo es distinta a la de los demás. Debemos dar a los otros el espacio y el tiempo que necesitan para atravesar su propio duelo. Mientras lo hacen, la mejor ayuda que podemos darles es simplemente estar presentes. Estar presentes nos ayuda a prepararnos para escuchar con atención y ofrecer el apoyo que nos pidan, cuando estén listos. No ayuda en nada hablar tanto que la persona en duelo, hasta que esté sola, no logra tener tiempo para reflexionar y pensar en su pérdida.
Las respuestas cliché o incluso la típica frase de «menos mal que no ha sufrido mucho» pueden sonar triviales y poco comprensivas. Desearíamos que la persona no hubiera sufrido. Es más, ¡desearíamos que no hubiera muerto! Un comentario más útil podría ser este: «Es horrible perder a un ser querido. No puedo imaginar el dolor que sientes. Aquí me tienes para lo que te haga falta». Luego, espera en silencio, mostrando tu apoyo no con palabras sino con acciones y con tu mera presencia. A veces, eso es todo lo que la persona anhela oír: que alguien reconoce su pena, se solidariza con su dolor y no la presiona para que termine su duelo antes de que esté preparada para hacerlo. Cuando llegue el momento, recuérdale que, a causa de la resurrección de Jesús, hay esperanza de volver a ver a la persona que la muerte arrebató.
Luego de haber repasado el texto que has copiado y resaltado:
¿A qué conclusiones especiales llegas?
¿Qué preguntas te surgen?
¿Qué partes te parecen difíciles?
¿Cómo conciliar que Dios permite la muerte y que la muerte es una maldición?
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2025.
1er trimestre 2025 «RENOVAR LA MENTE»
Lección 11 «AFRONTAR EL DUELO»
Colaboradores: Felipe Torres y Adriana Jiménez
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