Devocional Vespertino 2025 Para el: 12 marzo
«Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies».
Salmo 110: 1
El amor del Padre hacia una raza caída es insondable, indescriptible y sin parangón. Este amor lo indujo a consentir dar a su Hijo unigénito para que muriera, a fin de que el hombre rebelde pudiera ser puesto en armonía con el gobierno del cielo, y pudiera salvarse de la penalidad de la transgresión. El Hijo de Dios depuso su trono real, a fin de hacerse pobre por causa de nosotros, para que por medio de su pobreza nosotros fuéramos enriquecidos. Llegó a ser «varón de dolores» para que pudiéramos participar de su eterno regocijo. Dios permitió que su amado Hijo, lleno de gracia y de verdad, descendiera de un mundo de indescriptible gloria a otro mundo viciado y agostado por el pecado, entenebrecido con las sombras de la muerte y la maldición.— The Review and Herald, 28 de febrero de 1888.
Desde que Jesús vino a morar con nosotros, sabemos que Dios conoce nuestras pruebas y se solidariza con nuestros pesares. Cada hijo e hija de Adán puede comprender que nuestro Creador es el amigo.de los pecadores. Porque en toda doctrina de gracia, toda promesa de gozo, todo acto de amor, toda atracción divina presentada en la vida del Salvador en la tierra, vemos a «Dios con nosotros» (Mat. 1: 23).
Por su humanidad, Cristo tocaba a la humanidad; por su divinidad, se asía del trono de Dios. Como Hijo del hombre, nos dio un ejemplo de obediencia; como Hijo de Dios, nos imparte poder para obedecer. El Niño de Belén, el manso y humilde Salvador, es Dios, «manifestado en carne» (1 Tim. 3: 16). «Dios con nosotros» es la seguridad de nuestra liberación del pecado, la garantía de nuestro poder para obedecerla ley del cielo.
Al tomar nuestra naturaleza, el Salvador se vinculó con la humanidad con un vínculo que nunca se ha de romper. A través de las edades eternas, queda ligado con nosotros. «Un niño nos es nacido, hijo nos es dado; y el principado sobre su hombro» (Isa. 9: 6). Dios adoptó la naturaleza humana en la persona de su Hijo, y la llevó al más alto cielo. Es «el Hijo del hombre» quien comparte el trono del universo. En Cristo, la familia de la tierra y la familia del cielo están ligadas. Cristo glorificado es nuestro hermano. El cielo está incorporado en la humanidad, y la humanidad, envuelta en el seno del Amor Infinito.— El Deseado de todas las gentes, cap. 1, pp. 15, 16, 17.
EL TRONO DE GRACIA
Tomado de: Lecturas Devocional Vespertino 2025
«La Maravillosa Gracia De Dios»
Por: Elena G. White
Colaboradores: José Sánchez y Silvia García
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