El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Juan 10:10.
¿A qué se refería Jesús cuando habló de vida abundante? ¡Vida abundante! ¿Entiendes? Algunos cristianos sinceros, queriendo hacer lo mejor, viven vidas angustiadas. La única preocupación que los domina es la de no pecar.
¿Cómo sería si un hijo viviese únicamente pensando que, si hace algo incorrecto, el padre lo va a castigar? Ningún padre quisiera tener ese tipo de relación con su hijo. Sucede lo mismo con Dios: desea que vivas, con él, una experiencia maravillosa de amor, y no con miedo de ser destruido si te portas mal.
El buen comportamiento y la buena conducta son resultados del vivir una experiencia diaria de comunión y de amistad con Jesús: andando, comiendo, estudiando, trabajando, enamorando; en fin… Pero, siempre con la conciencia de que Jesús está contigo por donde quiera que vayas.
Ese tipo de vida es una vida con propósito: una vida llena de expectativas y de posibilidades futuras, alimentada por relaciones sociales saludables, disfrutando de buena salud, etc. Es la vida que tú recibes como un regalo divino.
Pero, desear la vida abundante encierra un peligro: muchos se pierden en los campos abiertos y sin límites del humanismo. Pregonan la libertad, pero caen en las garras del libertinaje. El versículo de hoy dice que “el ladrón viene a robar” ¿Quién es el ladrón? Sin duda es el enemigo de las almas. ¿Y por qué Jesús lo presenta como “el ladrón”? Porque viene a robar; no viene a asaltar. El asalto demanda fuerza; el enemigo viene a robar. Su principal arma es el engaño; te hace creer que el camino que sigues te lleva a la vida, cuando en realidad te conduce a la muerte. Te susurra que, para vivir la vida abundante, no necesitas de reglas, y te lleva al desierto incandescente de tus deseos. Allí no hay límites; tus ojos se pierden en el horizonte sin fin. Pero, tampoco hay vida: el desierto es tierra de chacales, de escorpiones y de muerte.
Hoy puede ser un día de verdadera libertad. Alza los ojos hacia la cruz; deja de mirar solo a la tierra. No te dejes arrastrar por la manera de pensar de una generación que solo vive para agradar a los sentidos. Haz de Jesús tu compañero de cada hora, porque él dijo: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Juan 10:10