…todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Filipenses 4:8.
James lucha para liberarse de la pornografía. Comenzó a surcar los sombríos senderos del vicio cuando era apenas un muchacho de doce años. Al principio, por curiosidad, siguiendo la corriente de los compañeros. En la escuela, intercambiaban figuras y revistas; nadie veía algún mal en eso. El tiempo fue pasando y hoy, a los 25 años, James reconoce que necesita ayuda. Dedica la tercera parte del día en el computador, visitando sitios pornográficos.
Eres lo que piensas. Y piensas lo que ves, lo que oyes y lo que lees. Esa es una ley de la mente: “La repetición constante de un mismo mensaje lleva, inevitablemente, a la acción”. Nadie lo puede evitar; es así.
Los que trabajan con propaganda ganan fortunas siguiendo la ley de la mente. Repiten su mensaje una y otra vez, hasta que acabas consumiendo sus productos.
El enemigo de Dios también lo sabe. Por eso, repite su mensaje una y otra vez: “Tú no necesitas de Dios. Puedes ser tu propio Dios. La energía está dentro de ti; no tienes por qué buscarla en Dios”. Una de las maneras más efectivas de hacer que apartes los ojos de Dios es distraer tu atención con la pornografía.
Los estadounidenses gastan trece mil millones de dólares anuales en pornografía. Este endiosamiento del sexo conduce, a la mente, por los extraños caminos de la perversión; la imaginación sale de la realidad. Quienes están detrás de esta industria millonaria, crean un mundo de ficción, que los consumidores toman como realidad.
Al volver del mundo de la fantasía hacia la realidad de la vida hogareña, el sexo, cuya esencia es el amor, ya no satisface: se vuelve infeliz, siempre en la búsqueda de algo que no existe.
En medio de ese torbellino de impureza, el consejo de Pablo es: “Piensa en lo que vale la pena pensar. Coloca mensajes positivos en tu mente. Hazlo todos los días, a cada instante. La repetición constante de mensajes puros te llevará, inevitablemente, a la práctica de acciones puras”.
Por eso, hoy, antes de salir para enfrentar el vendaval de impureza que domina nuestra cultura, recuerda que: “Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Filipenses 4:8.