“Somos compañeros de trabajo al servicio de Dios, y ustedes son un sembrado y una construcción que pertenecen a Dios” (1 Cor. 3:9).
“¿Qué mayor privilegio podríamos desear que el de ser colaboradores juntamente con Dios, aprovechando cuanto sea posible los talentos que nos han sido confiados, a fin de que esta obra sea llevada a cabo?” Elena de White
En Números 10:29 al 32 leemos que Moisés pidió a su cuñado Hobab que acompañara al pueblo de Dios en la segunda etapa de su viaje a la tierra prometida. ¿Por qué le hizo esta solicitud? Porque Hobab, que era madianita, conocía bien los lugares donde se podía acampar en el desierto, y podía servirles de guía (vers. 31). Moisés consideraba que aún necesitaban su ayuda. Ante este pasaje, el Comentario bíblico de Andrews comenta: “La petición de Moisés a Hobab plantea la cuestión de para qué se necesitaba ayuda humana adicional, cuando el Señor estaba conduciendo al pueblo por medio de la nube y la comunicación directa. La asistencia prestada por Hobab indica que el Señor realiza sus planes no solo de manera extraordinaria y milagrosa, sino también con la colaboración de seres humanos”.185 ¡Qué privilegio el nuestro!
Dios podría lograr todo lo que ha logrado, e incluso más y mejor, sin nuestra colaboración. Pero, en su sabiduría, decidió hacernos partícipes, en calidad de colaboradores, de la obra de dar a conocer la verdad para libertad y salvación del ser humano. Dios podría valerse solo de nubes, columnas de fuego, asnos que hablan o piedras que dan testimonio, pero quiere nuestra colaboración. Y ese colaborar con Dios nos hace crecer como personas, prepararnos para el cielo y marcar una diferencia en este mundo. ¡Tres privilegios más!
¿Qué significa ser colaboradores con Dios? Elena de White responde: “Ser colaboradores con Dios significa mucho más que ir simplemente a la Escuela Sabática, asistir a los cultos de la iglesia, participar en la obra de enseñar y hablar en la reunión de testimonios. Colaborar con Dios significa que nuestro corazón anhela fervientemente la salvación de las almas pecadoras por quienes Cristo murió. Significa que estamos llenos de solicitud por la obra, […] ideando maneras para que con todas las facultades de nuestra naturaleza que nos han sido confiadas, podamos atraer en la misma dirección en que Cristo está atrayendo, a fin de que las almas sean ganadas para su servicio y ligadas a él por las cuerdas de su infinito amor” (Consejos sobre la obra de la Escuela Sabática, pp. 113, 114).
Qué voto de confianza nos ha dado Dios; qué privilegio. No cometamos el error de verlo como una carga.