<<Pero, yendo por el camino, aconteció que, al llegar cerca de Damasco, repentinamente lo rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?»>>.
Hechos 9: 3, 4
La fe y la experiencia de los discípulos galileos que habían acompañado a Jesús, se les sumó en la obra del evangelio el fogoso vigor y el poder intelectual de un rabino de Jerusalén. Al ser ciudadano romano, nacido en una ciudad gentil; al ser judío, no solo por ascendencia, sino por educación, celo patriótico y fe religiosa de toda una vida; y habiendo sido educado en Jerusalén por los rabinos más eminentes, e instruido en todas las leyes y tradiciones de los antepasados, Saulo de Tarso era partícipe declarado del orgullo y los prejuicios de su nación. Siendo todavía joven se convirtió en respetado miembro del Sanedrín. Era considerado promisorio y celoso defensor de la antigua fe.
En las escuelas rabínicas de Judea, la Palabra de Dios había sido sustituida por las especulaciones humanas; las tradiciones e interpretaciones de los rabinos la despojaban de su poder. Dominados por el odio hacia sus opresores romanos, abrigaban la esperanza de recobrar por la fuerza de las armas la supremacía nacional. Odiaban y perseguían a muerte a los seguidores de Jesús, cuyo mensaje de paz era tan opuesto a sus ambiciosos proyectos. Y en esta persecución Pablo era uno de los más crueles e implacables protagonistas.
A las puertas de Damasco, la visión del Crucificado cambió por completo el curso de su vida. El perseguidor se convirtió en discípulo, el maestro en alumno. Los días de oscuridad pasados en la soledad, en Damasco, fueron como años para su vida. Su estudio lo constituían las escrituras del Antiguo Testamento, atesoradas en su memoria, y Cristo era su Maestro.— La educación, cap. 7, pp. 59, 60.
Pablo no pensó que estuviera haciendo ningún sacrificio real al cambiar el farisaísmo por el evangelio de Jesucristo. Cuando Pablo comprendió que estaba en el camino equivocado, se unió, de acuerdo con la luz divina, con un pueblo al cual había pensado borrar de la tierra. Enseñó a Cristo y vivió como Cristo, y sufrió el martirio por causa de Cristo.— Manuscrito 41, 1894, p. 7