La última parte del versículo 36 marca una transición en el ministerio de Jesús. Su hora había llegado. Pronto expulsaría al príncipe de este mundo. En ese momento, Jesús se retiró del ministerio público para dedicar el resto de su tiempo a enseñar a sus discípulos y así prepararlos para cuando se retirara físicamente.
Cuando a Jesús le fue imposible seguir ministrando a las multitudes, Juan explicó por qué el propio pueblo de Cristo lo había rechazado. Hoy en día, la iglesia está compuesta en gran parte por no judíos. Esta no era la situación original. Los primeros creyentes eran todos judíos. Sin embargo, esto empezó a cambiar cuando los judíos rechazaron a Cristo, así que paulatinamente los gentiles comenzaron a aceptar el evangelio. Lamentablemente, gran parte de las raíces hebraicas del cristianismo se perdieron en esta transición, por ejemplo, la santificación del sábado como día de reposo.
Una pregunta común entre los creyentes es por qué Israel rechazó al Mesías. Esta cuestión no es nueva; Pablo también se la formuló y le costó entender (Romanos 9–11). Juan abordó el dilema cuando citó ciertos pasajes de Isaías (Juan 12: 38-41; ver Isaías 53: 1; 6: 10-11). El primero es un texto de Isaías que declara que el pueblo no creería. El segundo ofrece una explicación firme: los ojos y el entendimiento del pueblo estaban endurecidos. Esto hace eco de las palabras iniciales de Juan: «Vino a su propio mundo, pero los suyos no lo recibieron» (Juan 1: 11). Aceptar a Cristo tendría un costo que muchos no estaban dispuestos a pagar (12: 42-43; 3: 20; 9: 22).
Juan también enseñó que las profecías de Isaías sobre la gloria de Dios se cumplieron a través del ministerio de Jesús (12: 41). La gloria de Jesús se ha presentado claramente desde el principio del Evangelio (1: 14; 2: 11). Juan interpretó esta visión profética de la gloria de Jehová (Isaías 6: 3) como referida a las personas que vieron la gloria de Jesús pero no creyeron (Juan 12: 41). Para Juan, no había distinción entre la gloria de Jehová y la gloria de Cristo: otro argumento convincente a favor de la divinidad de Jesús.
A pesar de la incredulidad generalizada, algunos dirigentes judíos respondieron con fe. Con todo, el miedo al ridículo o a perder sus puestos impidió que muchos expresaran abiertamente su fe (vers. 42-43). El hecho de que deseaban la gloria que viene del hombre en lugar de la de Dios obstaculizaba su fe (12: 43; 5: 44). Quizá Nicodemo era uno de ellos.
Aquí, al final de su ministerio público, Jesús hace un último llamamiento público (12: 44-50). Ofrece la salvación a todo el mundo. Nuestra respuesta a este don es su única limitación. Las últimas palabras del capítulo hacen hincapié en la realidad del juicio. El proceso de juicio está ocurriendo continuamente en el presente, a medida que las personas aceptan o rechazan la luz que reciben. La forma en que respondemos ahora constituye la base del juicio final (vers. 47-48). Mientras muchos anhelan la gloria humana, Jesús hizo hincapié en que su único objetivo era buscar la gloria de aquel que lo había enviado: el Padre.
Medita nuevamente en Juan 12 e identifica dónde está Jesús en el texto.
¿En qué sentido puedes ver a Jesús en forma diferente o identificar algún rasgo nuevo de él?
¿Cuáles crees que son los mayores obstáculos para que la mayoría de las personas acepte el maravilloso don de la salvación?
¿De qué maneras el deseo de complacer a la gente te impide complacer a Dios? ¿Qué puedes hacer para corregir esta tendencia?
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2024. 4to trimestre 2024 «EL EVANGELIO DE JUAN» Lección 08 «A LA SOMBRA DE LA CRUZ» Colaboradores: Joaquín Maldonado y Adriana Jiménez