«Tampoco subí a Jerusalén para ver a los que eran apóstoles antes que yo, sino que fui de inmediato a Arabia, de donde luego regresé a Damasco>>.
Gálatas 1: 17, NVI
La vida de Pablo estaba en peligro, y recibió una comunicación para que saliera de Damasco por un tiempo. Por lo que se fue a Arabia; y allí, en medio de una relativa soledad, tuvo amplia oportunidad de ponerse en comunión con Dios y de dedicarse a la contemplación. Quería estar solo con el Señor para escudriñar su propio corazón, profundizar su arrepentimiento y prepararse mediante la oración y el estudio a fin de dedicarse a esa tarea que le parecía demasiado grande e importante para que él la llevara a cabo. Era un apóstol no elegido por seres humanos, sino por Dios, y su obra, claramente establecida, consistía en trabajar en favor de los gentiles.
Mientras estuvo en Arabia no se puso en comunicación con los apóstoles; buscó a Dios fervorosamente con todo su corazón, decidido a no descansar hasta tener la certeza de que su arrepentimiento había sido aceptado y de que había sido perdonado su enorme pecado. No iba a abandonar el conflicto hasta tener la seguridad de que Jesús estaría con él en su futuro ministerio. Siempre había de llevar en su cuerpo las señales de la gloria de Cristo, en sus ojos, que fueron enceguecidos por la luz celestial, y deseaba llevar con él constantemente la seguridad de la gracia sostenedora del Señor. Pablo se puso en íntima relación con el cielo, y Jesús comulgó con él, lo afirmó en la fe, y le concedió su sabiduría y su gracia.— La historia de la redención, cap. 37, p. 236.
Todos los que están en la escuela de Cristo necesitan de un momento de tranquilidad para la meditación, a solas consigo mismos, con la naturaleza y con Dios. Necesitan, pues, experiencia personal para adquirir el conocimiento de la voluntad de Dios. Cada uno de nosotros ha de escuchar la voz de Dios hablar a su corazón. Cuando toda otra voz calla, y tranquilos esperamos en su presencia, el silencio del alma hace más perceptible la voz de Dios. En medio de la presurosa muchedumbre y de las intensas actividades de la vida, el que así se refrigera se verá envuelto en una atmósfera de luz y paz. Recibirá nuevo caudal de fuerza física y mental. Su vida exhalará fragancia y dará prueba de un poder divino que alcanzará a los corazones de los seres humanos.— El ministerio de curación, cap. 3, p. 30.