El amor de Dios fue el tema de Cristo cuando hablaba de su misión y de su obra. “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar”. Juan 10:17. Mi Padre te ama a ti con un amor tan ilimitado, pero me ama a mí más porque he dado mi vida para redimirte. Te ama, y me ama a mí más porque te amo, y doy mi vida por ti… Bien entendieron los discípulos ese amor cuando vieron a su Salvador que sufría vergüenza, reproches, desconfianzas y traición; cuando vieron… su muerte en la cruz del Calvario. Este es un amor cuya profundidad nadie puede sondear. A medida que los discípulos lo comprendieron, a medida que su percepción se aferró de la compasión divina, comprendieron que hay un sentido en el cual los sufrimientos del Hijo fueron los sufrimientos del Padre (A fin de conocerle, p. 69).
Cuando la voz del poderoso ángel fue oída junto a la tumba de Cristo, diciendo: “Tu Padre te llama”, el Salvador salió de la tumba por la vida que había en él. Quedó probada la verdad de sus palabras: “Yo pongo mi vida, para volverla a tomar… Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar”. Entonces se cumplió la profecía que había hecho a los sacerdotes y príncipes: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. Juan 10:17, 18; 2:19.
Sobre la tumba abierta de José, Cristo había proclamado triunfante: “Yo soy la resurrección y la vida”. Únicamente la Divinidad podía pronunciar estas palabras. Todos los seres creados viven por la voluntad y el poder de Dios. Son receptores dependientes de la vida de Dios. Desde el más sublime serafín hasta el ser animado más humilde, todos son renovados por la Fuente de la vida. Únicamente el que es uno con Dios podía decir: Tengo poder para poner mi vida, y tengo poder para tomarla de nuevo. En su divinidad, Cristo poseía el poder de quebrar las ligaduras de la muerte (El Deseado de todas las gentes, p. 729).
Todos los seres creados viven por la voluntad y el poder de Dios. Son recipientes de la vida del Hijo de Dios. No importa cuán capaces y talentosos sean, cuán amplias sean sus facultades, reciben nueva vida de la Fuente de toda vida. Él es el Manantial, la Fuente de la vida. La vida que había depuesto en su humanidad, la tomó de nuevo y la dio a la humanidad. Dice: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Juan 10:10.
Cristo llegó a ser uno con la humanidad, para que la humanidad pudiera llegar a ser una en espíritu y en vida con él. En virtud de esa unión, en obediencia a la Palabra de Dios, la vida de Cristo llega a ser la vida de la humanidad. Él dice al penitente: “Yo soy la resurrección y la vida”. Juan 11:25 (Sons and Daughters of God, p. 237; parcialmente en Hijos e hijas de Dios, p. 239).
Notas de Elena G. White para la Escuela Sabática 2024. 4to. Trimestre 2024 «TEMAS EN EL EVANGELIO DE JUAN» Lección 09: «LA FUENTE DE VIDA» Colaboradores: AURA HERRERA y Adriana Jiménez