La vieja naturaleza, nacida de sangre y de la voluntad de la carne, no puede heredar el reino de Dios. Debe renunciarse a los viejos caminos, las tendencias hereditarias, los antiguos hábitos, pues la gracia no se hereda. El nuevo nacimiento consiste en tener nuevos motivos, nuevos gustos, nuevas tendencias. Los que han sido engendrados por el Espíritu Santo para vivir una vida nueva, han llegado a ser participantes de la naturaleza divina, y en todos sus hábitos y prácticas demostrarán su relación con Cristo. Cuando los hombres que pretenden ser cristianos retienen todos sus defectos naturales de carácter y de genio, ¿en qué se diferencia su actitud de la de los mundanos? No aprecian la verdad como santificadora y refinadora. No han nacido de nuevo (Maranata: el Señor viene, p. 244).
[H]oy hay en el mundo religioso multitudes que creen estar trabajando para el establecimiento del reino de Cristo como dominio temporal y terrenal. Desean hacer de nuestro Señor el Rey de los reinos de este mundo, el gobernante de sus tribunales y campamentos, de sus asambleas legislativas, sus palacios y plazas. Esperan que reine por medio de promulgaciones legales, impuestas por autoridad humana. Como Cristo no está aquí en persona, ellos mismos quieren obrar en su lugar ejecutando las leyes de su reino. El establecimiento de un reino tal es lo que los judíos deseaban en los días de Cristo. Habrían recibido a Jesús si él hubiese estado dispuesto a establecer un dominio temporal, a imponer lo que consideraban como leyes de Dios, y hacerlos los expositores de su voluntad y los agentes de su autoridad. Pero él dijo: “Mi reino no es de este mundo”. Juan 18:36 (El Deseado de todas las gentes, p. 470).
La Palabra de Dios no se considera digna de confianza en esta época. La Palabra de Cristo, que corta directamente a través de los deseos e indulgencias humanos, y condena los hábitos y prácticas populares —esa Palabra que fue hecha carne y habitó entre nosotros—, se ignora y se desprecia. Las enseñanzas y el ejemplo de Cristo no son aceptados como el criterio de la vida de los que profesan seguir al Señor. Muchos que invocan el nombre de Cristo caminan a la luz de las chispas de su propio fuego, en lugar de seguir tras las pisadas de su profeso Maestro. No representan el mismo carácter que Cristo representaba mediante su amor puro y sincero hacia Dios, y su amor para el hombre caído. No aceptan a Dios al pie de la letra, ni identifican sus intereses con Jesucristo. No forman el hábito de tener comunión con Jesús, de tomarlo como su guía y consejero, y por lo tanto no aprenden el oficio de vivir una vida cristiana bien definida…
El resultado de la operación interna del Espíritu de Dios se revela en la conducta exterior. La vida del cristiano está escondida con Cristo en Dios, y el Señor reconoce a los que son suyos al declarar: “Vosotros sois mis testigos”. Ellos testifican de que el poder divino actúa sobre sus corazones y modela su conducta (Exaltad a Jesús, p. 118).
Notas de Elena G. White para la Escuela Sabática 2024. 4to. Trimestre 2024 «TEMAS EN EL EVANGELIO DE JUAN» Lección 09: «LA FUENTE DE VIDA» Colaboradores: AURA HERRERA y Adriana Jiménez