Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Efesios 5:16.
Jugaba con el tiempo; mejor dicho, creía que tenía mucho tiempo. A fin de cuentas, era joven. Cuando se viven los albores de la juventud, se tiene la impresión de que el tiempo no pasa; que la tarea incumplida de hoy puede ser hecha mañana.
El tiempo fue pasando. Imperceptible, lento… Como una tortuga que, en su parsimoniosa terquedad, devora millas; como pasan las nubes por el cielo azul, sin que nadie las note; como las mañanas y las tardes se van, anónimas y desconocidas.
Un día, se miró al espejo, y notó arrugas en su rostro y cabellos blancos en su cabeza. Había un aire de fracaso en su nostálgica mirada. Intentó sonreír, y su sonrisa le pareció la careta burlona del tiempo que se iba, agitando la mano en el aire. Y tuvo miedo. Pero, ya era tarde: no había más sol en su vida; el crepúsculo le decía que la noche había llegado. Y volvió a tener miedo. Y lloró mucho. Pero, el tiempo se había marchado, y las sombras lo asustaban.
Es frente a un cuadro como este que el apóstol Pablo dice a los efesios que aprovechen el tiempo.
El verbo griego, traducido como “aprovechar” en el versículo de hoy, es exagoraxo que, literalmente; significa redimir o “pagar para tener de nuevo algo que ya está perdido”. Pablo utiliza mucho el verbo redimir, para referirse a lo que Jesús hizo en la cruz del Calvario por la humanidad.
Tú ya estabas perdido, en poder del enemigo, y Cristo pagó el precio para tenerte nuevamente. ¿Por qué? ¡Porque eres muy valioso!, eres vida, gente. Pero ¿qué tiene que ver la redención con el tiempo? ¿Por qué habría de pagarse por el tiempo perdido? Para traerlo de vuelta; para rescatarlo y aprovecharlo mejor. Porque el tiempo es vida: sin tiempo no hay vida; perder el tiempo es perder la vida.
El precio para rescatar el tiempo perdido es el esfuerzo, la diligencia y el trabajo. Sin estas tres virtudes, no hay éxito. Y el mensaje del texto de hoy es que, aunque por los desatinos de la juventud el tiempo se fue, con Jesús es posible traerlo de vuelta, rescatarlo, redimirlo.
¿Cómo? Al vivir con Jesús y cultivar un compañerismo diario con él. Al permitir que él viva en ti y dirija tus pasos, tú eres capaz de hacer, en cinco años, lo que no hiciste solo en toda tu vida.
Nunca es tarde con Jesús. Por eso, hoy, toma seriamente el consejo de Pablo: “Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos”.