Simón de Betania era considerado discípulo de Jesus. Era uno de los pocos fariseos que se habían unido abiertamente a los seguidores de Cristo. Reconocía a Jesús como maestro y esperaba que fuera el Mesías, pero no lo había aceptado como Salvador. Su carácter no había sido transformado; sus principios no habían cambiado.
Simon había sido sanado de la lepra, y era esto lo que le había atraído a Jesús. Deseaba manifestar su gratitud, y en ocasión de la ultima visita de Cristo a Betania ofreció un festín al Salvador y a sus discípulos. A un lado del Salvador, estaba sentado a la mesa Simon[…] y al otro lado Lázaro[…]. Marta servía, pero María escuchaba fervientemente cada palabra que salía de los labios de Jesús. En su misericordia Jesús había perdonado sus pecados, había llamado de la tumba a su amado hermano y el corazón de María estaba lleno de gratitud. Ella había oído hablar a Jesus de su próxima muerte y, en su profundo amor y tristeza, había anhelado honrarlo. A costa de gran sacrificio personal, había adquirido un vaso de alabastro <<de nardo puro, de mucho precio>> (Juan 12: 3) para ungir su cuerpo. Pero muchos declaraban ahora que el estaba a punto de ser coronado rey. Su pena se convirtió en gozo y ansiaba ser la primera en honrar a su Señor. Quebrando el vaso de ungüento, derramó su contenido sabre la cabeza y los pies de Jesús, y llorando postrada le humedecía los pies con sus lágrimas y se los secaba con su larga y flotante cabellera.
Judas consideró este acto con gran disgusto. Preguntó: <<¿Por que no se vendió este perfume, que vale muchísimo dinero, para dárselo a los pobres? >>(vers. 5, NVI). El murmullo circuyó la mesa: <<¿Por que se pierde esto? >>. María oyó las palabras de crítica. Estaba por ausentarse sin ser elogiada ni excusada, cuando oyó la voz de su Señor: <<¿Por que molestan a esta mujer?>> (Mat. 26:10, DHH). Elevando su voz por encima del murmullo de censura, dijo: <<Ella ha hecho una obra hermosa conmigo. A los pobres siempre los tendrán con ustedes, pero a mí no me van a tener siempre. Al derramar ella este perfume sobre mi cuerpo, lo hizo a fin de prepararme para la sepultura>> (vers. 10, 11, NVI).- El Deseado de todas las gentes, cap. 62, pp. 525-528.