«No sigan las prácticas de la gente que voy a arrojar de delante de ustedes; ellos hicieron todas estas cosas, y por eso no pude aguantarlos» (Levítico 20:23).
UN ESTUDIO REALIZADO EN LA UNIVERSIDAD de Wisconsin analizó los efectos, en niños y adolescentes, de mirar películas de terror. Los resultados mostraron que quienes las veían con mayor frecuencia eran más propensos a desarrollar ansiedad en la edad adulta. Esto se debe a que el miedo experimentado al ver las imágenes se almacena en la amígdala, que es la parte del cerebro encargada de generar las emociones. Además, el insomnio, la insensibilización y la paranoia fueron otros efectos asociados a mirar escenas de películas de terror.
A finales de octubre se habla mucho de Halloween, y aumenta la demanda de películas y disfraces asociados a historias relacionadas con lo oscuro y lo sobrenatural. Pero ¿de dónde viene la idea de Halloween? Su origen se atribuye al pueblo celta. Ellos celebraban la fiesta de Samhain , que tenía como algunos de sus objetivos rendir homenaje al rey de los muertos y realizar rituales de adivinación. Además, se creía que en este día los muertos poseían a los vivos. Por este motivo, se utilizaban disfraces oscuros como defensa contra los malos espíritus. Además de la valorización del lado sombrío, del carácter pagano del origen de la fiesta y de la asociación con la idolatría, exponer nuestra mente a escenas y acontecimientos relacionados con imágenes y seres demoníacos no nos aportará ningún beneficio.
No debemos imitar las costumbres de la gente que no teme a Dios. En Efesios 5:11 (NVI), Pablo nos advierte: «No tengan nada que ver con las obras infructuosas de la oscuridad».También nos dice: «Más bien denúncienlas».