La mujer samaritana dejó atrás su vasija de agua en su prisa por compartir su descubrimiento con la gente del pueblo (Juan 4: 28). El agua que daba vida había desbordado sus límites; no podía guardársela para sí misma (vers. 14). Se convirtió en una fuente inagotable. Cuando súbitamente llegó al pueblo, se encontró con hombres y mujeres que conocían su historia (vers. 29, 39). Su testimonio era sencillo, pero su invitación llegó a todos y consiguió que un gran número de personas fueran a comprobar por sí mismas. Esta sencilla invitación de venir a ver a Jesús es un eco de las invitaciones que recibieron algunos de los discípulos cuando se encontraron con Cristo por primera vez (1: 39, 46).
Al igual que Andrés y Pedro cuando fueron llamados por primera vez, los samaritanos querían quedarse con Jesús (ver 1: 38-39; 4: 30, 40). Durante su estancia de dos días, muchos más llegaron a creer en él (4: 41). Ya no dependían del testimonio de la mujer, sino que ellos mismos habían experimentado a Cristo. Este es un excelente ejemplo de discipulado y testimonio eficaz. La mujer dio testimonio de la divinidad de Jesús y, como resultado, muchos creyeron y, a su vez, se convirtieron en testigos. Esta mujer desempeña un papel similar al de Juan el Bautista, que testificó de Cristo y señaló a otros hacia él (1: 6-8, 29; 3: 29-30). Ella también llevó a la gente a Jesús y compartió la alegría de la cosecha (4: 36).
Esta historia pone de relieve el efecto de la vida de Jesús a lo largo de los siglos. Hoy, a través de las experiencias de otros, se nos invita a venir y ver. A su vez, nosotros mismos nos convertimos en testigos. Podemos empezar aceptando el testimonio de otra persona, pero, con el tiempo, necesitamos tener nuestras propias razones para creer (ver Juan 4: 42). La historia de esta mujer también nos recuerda que nuestra experiencia con Cristo no tiene por qué basarse en ver algún asombroso milagro de primera mano. Esta mujer no vio a Jesús curar, resucitar a los muertos u obrar alguna otra señal.
Juan utilizó el verbo «creer», pisteuo, noventa y ocho veces en su Evangelio, pero no utilizó ni una sola vez el sustantivo «fe», pistis. En treinta y seis ocasiones, su Evangelio incluye «creer» en el sentido de creer en Cristo. Para Juan, la fe es una forma activa de creer, una actividad que nos saca de nosotros mismos y nos hace uno con Cristo. Juan 15 describe esto como permanecer en Cristo. El objetivo de Juan era ayudar a sus lectores a llegar a este punto de creer o permanecer en Cristo.
La fe de los habitantes del pueblo les impulsó a dar testimonio de que Jesús es «el Salvador del mundo» (4: 42). Cualquiera que conozca de verdad a Jesús se siente impulsado a dar testimonio de él, como dice 1 Juan 4: 14. La palabra «Salvador», utilizada en este versículo, significa «alguien que puede librar o proteger de un desastre grave». «El mundo», también en este versículo, enfatiza la vasta extensión del ministerio de Jesús. La suya es una misión global, que no se restringe a judíos o samaritanos. En su encuentro junto al pozo, Jesús rompió la barrera imaginaria entre elegidos y rechazados. No existen los de dentro y los de fuera. Nuestra misión es reflejar el amor de Dios al mundo entero (3: 16), independientemente de la condición social, la cultura o la nacionalidad.
Medita nuevamente en Juan 4 e identifica dónde está Jesús en el texto.
En tu caso, ¿en cuál de estas tres fases te encuentras: 1. todavía dependes del testimonio de otros; 2) conoces a Jesús por ti mismo; o 3) testificas ya a favor de Cristo? ¿Cómo puedes avanzar hacia la siguiente etapa?
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2024. 4to trimestre 2024 «EL EVANGELIO DE JUAN» Lección 04 «LA CIUDAD DE SICAR» Colaboradores: Joaquín Maldonado y Adriana Jiménez