«Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijera, a fin de que cada uno se convierta de su maldad» (Hech. 3: 26, RV95).
«Han oído que se dijo: «Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo». Pero yo les digo: Amen a sus enemigos». Jesús
Normalmente pensamos que en los tiempos de la iglesia cristiana primitiva era más fácil que ahora ser cristiano de verdad, porque nos parece que el mundo se ha vuelto mucho más ateo, más lleno de odio y venganza, más cruel, más cínico y más inmoral. Hasta que se descubren nuevos restos arqueológicos que son como una pequeña ventana a la que podemos asomarnos para comprender mejor cómo era la gente de los tiempos antiguos, cuál era la mentalidad predominante en la sociedad. Uno de esos hallazgos nos permite comprender mejor que la cultura de hace dos mil años no tenía nada de sencilla para un cristiano, ni era nada inclinada al mensaje de Cristo. Nos hace valorar aún más a Jesús como lo que fue: una verdadera luz en la oscuridad.
El hallazgo al que me refiero fue descubierto en la localidad inglesa de Bath, en un antiguo balneario romano. Allí, los arqueólogos encontraron ciento treinta «tablillas de maldición»* de hace unos dos mil años. Una tablilla de maldición era una forma frecuente de maldecir en el mundo grecorromano. A través de ella, la gente pedía por escrito a sus dioses que hicieran daño a las personas que les habían hecho algún tipo de daño a ellos. Esas eran las «oraciones» más populares y frecuentes de la cultura secular en la época del Imperio Romano, bajo el cual estaban sometidas las naciones donde nació y se desarrolló la iglesia cristiana. Se escribían sobre plomo y se enterraban bajo tierra para que nadie las viera.
La gente entendía que los dioses estaban ahí para ayudarlos a vengarse, y por eso Jesús mismo dijo que amar a quienes nos aman pero odiar a quienes nos hacen daño es propio de los paganos pero no tiene nada de extraordinario (ver Mat. 5: 43-48). Sí, cierto, así pensaba el común de la gente; pero así no era como debía pensar el cristiano, llamado a una vida fuera de lo común. Para el cristiano existe un concepto nuevo y muchísimo más elevado: el perdón. El perdón sí es algo extraordinariamente extraordinario; algo que Dios mismo pone en nuestro corazón; algo con lo que él mismo nos bendijo al permitir la muerte de su Hijo en la cruz por nuestros pecados.
Si los arqueólogos descubrieran tablillas escritas por Jesús, sin duda serían tablillas de bendición, y nunca jamás de maldición. ¿Y si, dentro de dos mil años, alguien analizara cómo fueron tus oraciones, cómo fue tu actitud hacia quienes te hicieron daño? ¿Qué descubrirían?