Ya que tú rechazaste el mandato del Señor, él te ha rechazado como rey de Israel»».
1 Samuel 15: 26, NTV
Cuando Saúl vio que Samuel no venía más para instruirlo, comprendió que el Señor lo había rechazado a causa de su mala conducta, y desde entonces parecía que su carácter iba de un extremo a otro. Sus sirvientes […] muchas veces no osaban aproximarse a él, porque parecía loco, violento y ofensivo. Frecuentemente se mostraba lleno de remordimientos. Estaba melancólico y a menudo temeroso, a pesar de no haber ningún peligro. […] Siempre estaba lleno de ansiedad, no quería que lo molestaran estando de mal humor y, a veces, no permitía que nadie se le acercara. […] Con demente energía solía repetir proféticamente dichos contra sí mismo, aun en la presencia de sus gobernadores y del pueblo.
Los que eran testigos de esas extrañas exhibiciones de Saúl le recomendaron la música, por su influencia sedante sobre la mente cuando estaba así turbada. Por la providencia de Dios, le informaron sobre las habilidades musicales de David. […]
Los hábiles arpegios de David sedaban el espíritu acongojado de Saúl. La influencia de los sublimes acordes de la música que escuchaba, desvanecía la melancolía que se había posado sobre él y llevaba su mente turbada a un estado más feliz y racional.— Spiritual Gifts, t. 4, pp. 77-79.
Saúl perdió toda su fuerza porque falló en obedecer los mandamientos de Dios, la regla de su vida. Es terrible que una persona coloque su voluntad contra la voluntad específicamente revelada de Dios. Todo el honor que alguien pueda recibir sobre el trono de un reino sería una pobre compensación a cambio de la pérdida del favor de Dios debida a un acto de deslealtad al cielo. La desobediencia a los mandamientos de Dios solo puede traer como resultado final el desastre y la deshonra. Tan ciertamente como designó a Saúl para el gobierno de Israel, Dios ha dado a cada ser humano su obra, y la lección práctica e importante que debemos aprender es llevar a cabo el trabajo que se nos ha encomendado de tal forma que podamos contemplar nuestra hoja de servicio con gozo y no con dolor.— Comentario bíblico adventista, t. 2, p. 1012.