Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Filipenses 4:19
¿Has pensado, alguna vez, por qué tienes que orar contándole todo a Jesús, si él conoce bien lo que sucede contigo? La verdad, es que el propósito de la oración no es informarle nada a Dios: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta”, afirma el versículo de hoy. Entonces, ¿por qué hay que orar? El propósito de la oración es cultivar el compañerismo con Jesús, conversar con él, tomar consciencia de su presencia. Es como la experiencia de los novios, que se encuentran para conversar. ¿De qué hablan? De todo y de nada. Lo que importa no es lo que dicen, sino el momento de compañerismo, el estar al lado de la persona amada.
Muchos creen que orar es simplemente pedir. ¿Ya imaginaste cómo sería la vida de dos personas enamoradas si solo se encontrasen para pedirse cosas? La tragedia del ser humano es que vive solo, intenta vencer solo, se atreve a alcanzar sus sueños… solo. Y el resultado es que se hiere, y hiere a las personas amadas que viven a su lado.
Jesús desea entrar en tu vida; formar parte de tus planes; luchar a tu lado para hacerlos realidad. Y el instrumento para permanecer a tu lado es la oración. No por causa suya, sino por tu causa. Eres tú el que necesita tener conciencia de que no estás solo. Saber que Jesús está contigo te infunde valor, determinación, optimismo, y la voluntad de levantarte y continuar luchando, a pesar de las circunstancias adversas que te puedan rodear.
En los tiempos de Jesús, los fariseos habían caído en el formalismo de una religión vacía. Creían que el simple cumplimiento de deberes y obligaciones les garantizaba la salvación. “Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí”, lamentó el Señor, en aquella ocasión.
El corazón. ¡Esa es la clave de un cristianismo con significado! El corazón lleno de amor hacia Dios; el corazón que busca estar a su lado; el corazón que anhela el compañerismo permanente de Jesús.
Haz de este un día de compañerismo con el Señor. Mientras caminas, juegas, estudias, trabajas o lo que hagas, ten conciencia de que no estás solo. Conversa con él como si estuviese sentado a tu lado, mientras diriges tu vehículo. Y recuerda la oración de Pablo: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”.