Ellos contestaron: ‘Algunos dicen que eres Juan el Bautista, otros dicen que eres Elías, y otros dicen que eres uno de los antiguos profetas, que ha resucitado’. Lucas 9:19
Si la respuesta es afirmativa, eres una persona auténtica. La investigación ha revelado la importancia de esta cualidad. Los científicos acompañaron una competición entre empresarios y descubrieron que los que actuaban con autenticidad, y no según las expectativas de los jueces, tenían tres veces más probabilidades de llegar al final de la competición.
Hay dos razones para este resultado. En primer lugar, fingir ser lo que no somos, solo para intentar impresionar a alguien, consume mucha energía y dificulta el rendimiento. En segundo lugar, por mucho que nos esforcemos, nunca sabremos realmente lo que los demás esperan de nosotros.
Cuando Jesús estuvo en la tierra, no intentó complacer o atender las expectativas de los líderes y fariseos. El pueblo de Israel esperaba que el Mesías fuera un profeta o un rey poderoso que liberara a la nación del yugo de los romanos. Los propios discípulos se disputaban una posición destacada en ese reino (Lucas 9: 46-48).
Sin embargo, Cristo era auténtico. No intentaba ser lo que las personas esperaban que fuera, sino que, cada día, buscaba la dirección del Espíritu para ser el Salvador que el mundo realmente necesitaba.
Es muy común en la adolescencia intentar agradar a ciertas personas para poder «pertenecer al grupo». Pero Dios nos invita a ser auténticos.
Esto no es una excusa para no cambiar lo que haya que cambiar en nuestra vida, sino para fundamentar nuestros cambios en el ejemplo de Cristo. Las expectativas que debemos alcanzar son las de Dios para nosotros. Así que pide sabiduría y poder para ser lo que él desea que seas.