«Ahora bien, la paciencia debe alcanzar la meta de hacerlos completamente maduros y mantenerlos sin defecto».
Santiago 1: 4, PDT
A pesar de que Moisés era el más manso que jamás vivió en la tierra, en una ocasión atrajo el disgusto de Dios sobre sí. Las murmuraciones de los hijos de Israel exigiendo agua lo habían molestado mucho. Los inmerecidos reproches del pueblo lo empujaron a olvidar por un momento que su murmuración no era contra él, sino contra Dios. En lugar de apesadumbrarse porque el Espíritu de Dios era objeto de insulto, se irritó, se sintió ofendido y con maneras impacientes y soberbias, golpeó la roca dos veces diciendo: «¡Escuchen, rebeldes! ¿Acaso tenemos que sacarles agua de esta roca?» (Núm. 20: 10, NVI). […]
Moisés mostró gran debilidad ante el pueblo. Evidenció una notable falta de control de sí mismo, un espíritu parecido al de los murmuradores. Debió haber sido un ejemplo de contención y paciencia para la multitud, la cual estuvo pronta a excusar sus faltas, sus desafectos y sus irracionales murmuraciones como respuesta a esta exhibición errónea de su parte. Su mayor pecado consistió en querer suplantar a Dios. La posición de honor que Moisés había gozado hasta entonces no disminuía su culpa, sino que aún la aumentaba más. El hombre que hasta entonces era intachable, cayó. Muchos que se encuentran en una posición parecida aducirán que su pecado podría ser omitido a causa de su larga vida de resuelta fidelidad. Pero no, que un hombre a quien Dios había honrado mostrara debilidad de carácter en esa exhibición de ira era mucho más grave que si hubiera ocupado una posición de menor responsabilidad. Moisés era el representante de Cristo y su imagen quedó tristemente malograda. Moisés había pecado y su fidelidad pasada no podía expiar el pecado presente. […] Moisés y Aarón debían morir sin entrar en Canaán, sujetos al mismo castigo que cayó sobre aquellos que se encontraban en una posición más baja. Se inclinaron sumisos aunque con el corazón presa de una angustia indecible. Sin embargo, su amor por Dios y su confianza en él se mantuvieron inquebrantables. […] Muy pocos se dan cuenta de la pecaminosidad del pecado. […] Los casos de Moisés y Aarón […] muestran que pecar de pensamiento, palabras o acciones no es asunto seguro.— Testimonios para la iglesia, t. 4, pp. 363, 364
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Devocional Vespertino para 2024.
«Conflicto y Valor»
Por: Elena G de White
Colaboradores: José Sánchez y Silvia García