«Naamán, general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso.
«Y de Siria habían salido bandas armadas, y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la mujer de Naamán. Esta dijo a su señora: “Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra”».
«Y vino Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo. Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: “Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio”.
«Y Naamán se fue enojado, diciendo “He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra”. […] Y se volvió, y se fue enojado.
«Más sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: “Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio?” Él entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio.
«Y volvió al varón de Dios, él y toda su compañía, y se puso delante de él, y dijo: “He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. Te ruego que recibas algún presente de tu siervo”.
«Más él dijo: […] “no lo aceptaré”». «Y siguió Giezi a Naamán; y cuando vio Naamán que venía corriendo tras él, se bajó del carro para recibirle, y dijo: “¿Va todo bien?”
«Y él dijo: “Bien. Mi señor me envía a decirte: ‘He aquí vinieron a mí en esta hora del monte de Efraín dos jóvenes de los hijos de los profetas; te ruego que les des un talento de plata, y dos vestidos nuevos’”. […]
«Y él entró, y se puso delante de su señor. Y Eliseo le dijo: “¿De dónde vienes, Giezi?” Y él dijo: “Tu siervo no ha ido a ninguna parte”».
«Él entonces le dijo: “[…] la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre”. Y salió de delante de él leproso, blanco como la nieve». (2 Reyes 5: 1-3, 9-16, 21, 22, 25-27)
APLICALO A TU VIDA
Domingo
Cuenta la historia de Naamán desde las siguientes perspectivas:
La perspectiva de la niña cautiva.
La perspectiva del ángel guardián de Naamán.
La perspectiva del rey de Israel (lee 2 Reyes 5: 4-7):
«Entrando Naamán a su señor, le relató diciendo: “Así y así ha dicho una muchacha que es de la tierra de Israel”. Y le dijo el rey de Siria: “Anda, ve, y yo enviaré cartas al
rey de Israel”. Salió, pues, él, llevando consigo diez talentos de plata, y seis mil piezas de oro, y diez mudas de vestidos. Tomó también cartas para el rey de Israel, que decían así: “Cuando lleguen a ti estas cartas, sabe por ellas que yo envío a ti mi siervo Naamán, para que lo sanes de su lepra”.
«Luego que el rey de Israel leyó las cartas, rasgó sus vestidos, y dijo: “¿Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que este envíe a mí a que sane un hombre de su lepra? Considerad ahora, y ved cómo busca ocasión contra mí”» (2 Reyes 5: 4-7).
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Lección de Escuela Sabática para Jóvenes.
2do. Trimestre 2024 “AMOR NO CORRESPONDIDO”
Lección 4: « SIETE ZAMBULLIDAS EN EL AGUA LODOSA»
Colaboradores: Roberto Carlos y Karla González