Notas de Ellen G. White 2024 Para el: 03 abril
¡Cuan inconfundiblemente claras eran las profecías de Isaías respecto a los sufrimientos y la muerte de Cristo! … Aun la forma de su muerte había sido prefigurada. Como la serpiente de metal había sido levantada en el desierto, así iba a ser levantado el Redentor venidero, para
que «todo aquel que en el cree, no se pierda, mas tonga vida eterna». Juan 3:16…
Pero el que iba a sufrir la muerte a manos de hombres impíos, se levantaría de nuevo como un vencedor del pecado y del sepulcro. Bajo la inspiración del Todopoderoso, el dulce cantor de Israel había dado testimonio de las glorias de la mariana de la resurrección. «También mi carne —proclamo alegremente— reposara segura. Porque no dejaras mi alma en el sepulcro; ni permitirás que tu santo vea corrupción». Salmo 16:9, 10.
Pablo mostro cuan estrechamente había ligado Dios el servicio dc los sacrificios con las profecías relativas a Aquel que iba a ser llevado como cordero al matadero. El Mesías iba a dar su vida como «expiación por el pecado». Mirando hacia adelante a través de los siglos las escenas de la expiación del Salvador, el profeta Isaías había testificado que el Cordero dc Dios «derramo su vida hasta la muerte, y fue contado con los perversos, habiendo el llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores». Isaías 53:7, 10, 12 (Los hechos de los apóstoles, pp. 183, 184).
El unigénito Hijo de Dios se dispuso a dejar las cortes celestiales y venir a este mundo para vivir en medio de gente desagradecida que no quería aceptar su misericordia y su gracia. Acepto vivir una vida de pobreza, y soportar sufrimientos y tentaciones. Fue varón de dolores, experimentado en quebranto. La Palabra declara: «Como que escondimos de el el rostro». Isaías 53:3. Uno de sus discípulos, Pedro, lo negó, y Judas lo traiciono. La gente que vino a bendecir lo rechazo. Lo sometieron a la vergüenza y le causaron indecibles sufrimientos. Le pusieron una corona de espinas que traspaso sus santas sienes. Lo azotaron y lo clavaron a la cruz. No obstante, en medio de todo esto, ni una sola palabra de queja se escapo de sus labios…
Cristo soporto todos esos sufrimientos para obtener el derecho de conferir justicia eterna a todos los que creyeran en el. ¡Oh, cuando pienso en esto, llego a la conclusión de que jamás debería brotar de mis labios la menor queja! (Cada día con Dios, 26 de julio, p. 214).
En ocasión de la crucifixión de Cristo, los que habían sido sanados no se unieron con la turba para clamar: «¡Crucifícale! ¡crucifícale!» Sus simpatías acompañaban a Jesús; porque habían sentido su gran simpatía y su poder admirable. Le conocían como su Salvador; porque el les había dado salud del cuerpo y del alma. Escucharon la predicación de los apóstoles, y la entrada de la palabra de Dios en su corazón les dio entendimiento. Llegaron a ser agentes de la misericordia de Dios, e instrumentos de su salvación (El Deseado de todas las gentes, p. 135).
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