«No obstante, cada uno tiene de Dios su propio don: este posee uno; aquel, otro». 1 Corintios 7:7, NVI
DIOS LES DA más que dinero a sus mayordomos. Nuestro talento de impartir es un don. ¿Qué estamos comunicando de los dones de Dios mediante nuestras palabras y actos de caridad? […] El conocimiento de la verdad es un talento. Hay muchas almas en tinieblas que podrían recibir luz con ayuda de nuestras palabras fieles y verdaderas. Hay corazones que anhelan nuestra generosidad y que perecen alejados de Dios. Nosotros podemos ayudarlos. El Señor necesita nuestras palabras, dictadas por el Espíritu Santo. […]
La primera tarea de todos los cristianos consiste en escudriñar las Escrituras con ferviente oración, para alcanzar esa fe que obra por amor y purifica el alma de cualquier rasgo de egoísmo. Cuando se recibe la verdad en el corazón, obra como buena levadura hasta que toda facultad queda sometida a la voluntad de Dios. Entonces, no podemos evitar brillar, como tampoco lo puede el sol. […]
Todos los dones naturales se deben santificar como capacidades valiosas. Se deben consagrar a Dios para que sirvan al Maestro. Todas las ventajas sociales son talentos. No se deben dedicar a la complacencia propia, a la diversión o a la complacencia personal. […] El don del ejemplo correcto es una gran cosa. Pero muchos se rodean de una atmósfera perjudicial. […]
El don del habla, del conocimiento, de la compasión y del amor, comunican un conocimiento de Cristo. Todos estos talentos se deben convertir a Dios. El Señor los necesita y los pide. Todos deben desempeñar una parte en la preparación de su propia alma y las almas de otros para que dediquen sus talentos a Dios. Cada persona, cada don, se deben poner al servicio de Dios. Todos deben colaborar con Dios en la obra de salvar a las almas. Los talentos que poseemos nos los dio Dios para hacernos colaboradores eficientes con Cristo. Hay corazones que anhelan nuestra ayuda, y que perecen porque les falta el apoyo y el auxilio que Dios nos pidió que les ofreciéramos.— Review and Herald, 21 de junio de 1898.