El enfermo estaba acostado en su estera y levantaba ocasionalmente la cabeza para mirar el estanque, cuando un rostro tierno y compasivo se inclinó sobre él, y atrajeron su atención las palabras: «¿Quieres ser salvo?» La esperanza renació en su corazón…
Jesús le dice: «Levántate, toma tu lecho y anda.» Juan 5:6-8. Con nueva esperanza el enfermo mira a Jesús. La expresión de su rostro, el acento de su voz, no son como los de otro cualquiera. Su misma presencia parece respirar amor y poder. La fe del paralítico se aferra a la palabra de Cristo. Sin otra pregunta, se dispone a obedecer, y todo su cuerpo le responde.
En cada nervio y músculo pulsa una nueva vida, y se transmite a sus miembros inválidos una actividad sana. De un salto se pone de pie, y emprende la marcha con paso firme y resuelto, alabando a Dios y regocijándose en sus fuerzas renovadas…
Nunca penséis que Cristo está lejos. Siempre está cerca. Su amorosa presencia os circunda. Buscadle sabiendo que desea ser encontrado por vosotros. Quiere que no solo toquéis su vestidura, sino que andéis con él en comunión constante (El ministerio de curación, pp. 55, 57).
Es necesario acercarse a la gente por medio del esfuerzo personal. Si se dedicara menos tiempo a sermonear y más al servicio personal, se conseguirían mayores resultados. Hay que aliviar a los pobres, atender a los enfermos, consolar a los afligidos y dolientes, instruir a los ignorantes y aconsejar a los inexpertos. Hemos de llorar con los que lloran y regocijamos con los que se regocijan. Acompañada del poder de persuasión, del poder de la oración, del poder del amor de Dios, esta obra no será ni puede ser infructuosa…
Debemos animar al enfermo y al doliente a que miren a Jesús y vivan. Pongan los obreros cristianos a Cristo, el divino Médico, en continua presencia de aquellos a quienes desalentó la enfermedad del cuerpo y del alma. Dirijan sus miradas hacia Aquel que puede sanar la enfermedad física y la espiritual. Háblenles de Aquel que se compadece de sus flaquezas. Persuádanles a que se entreguen al cuidado de Aquel que dio su vida para que ellos puedan obtener vida eterna. Háblenles de su amor, del poder que tiene para salvar (El ministerio de curación, pp. 102, 103).
Las palabras de Cristo nos enseñan que debemos consideramos inseparablemente unidos a nuestro Padre celestial. Cualquiera sea nuestra situación, dependemos de Dios, quien tiene todos los destinos en sus manos. Él nos ha señalado nuestra obra, y nos ha dotado de facultades y recursos para ella. Mientras sometamos la voluntad a Dios, y confiemos en su fuerza y sabiduría, seremos guiados por sendas seguras, para cumplir nuestra parte señalada en su gran plan (El Deseado de todas las gentes, pp. 179, 180).
Notas de Elena G. White para la Escuela Sabática 2023.
4º. Trimestre 2023 «LA MISIÓN DE DIOS: MI MISIÓN»
Lección 8: «MISIÓN EN FAVOR DE LOS NECESITADOS»
Colaboradores: Ana Hironymus & Esther Jiménez