«Y el ángel del Señor exclamó: «¡Maldigan a Meroz, sí, maldíganlo! ¡Maldigan con dureza a sus habitantes por no acudir al llamado del Señor ni acudir en ayuda de sus valientes!»». Jueces 5:23, RVC
¿NO ES ESTE EL TIEMPO en el que todos los que se relacionan con Dios e deberían salir al frente a desplegar su bandera? ¿Se verá que los hombres y las mujeres retrocedan sin manifestar interés, celo ni esfuerzo ferviente cuando se trata de ayudar a los necesitados? Cuando el carro se arrastra pesadamente, es el momento en el que todos deben empujar, en el que deben aplicar fuerza a las ruedas y no permanecer dando órdenes, acusando a los que procuran mover la carga o criticando todo lo que se realiza porque no se hace como ellos quieren. […] Que todos se esfuercen lo más posible para mover la carga con fuerza y poder. […]
Si el Señor nos tratara como algunos supuestos cristianos se tratan mutuamente, pasaríamos momentos sumamente desagradables. Si él considerara a los egoístas, descarriados y malvados como ellos se consideran mutuamente, ¿qué ocurriría con nosotros? Pero me alegro porque el Señor no es humano. Tiene paciencia con nuestros errores, nuestro egoísmo, nuestro alejamiento de él, nuestros defectos de carácter, y procura enviarnos mensaje tras mensaje de misericordia, ánimo, advertencia, reproche y corrección para enderezarnos delante de él, para que disfrutemos de su amor, cuidado y bendición. […]
Cada uno tiene una obra que realizar para el Maestro. ¿La llevaremos a cabo? ¿Trabajaremos sin egoísmo y con interés abnegado para promover su causa, para adelantar su obra? Yo estoy decidida a realizar la voluntad de Dios, a trazar caminos rectos para mis pies, para que el cojo no sea apartado del camino. Ya hay demasiados en ese estado. […] Dios no permita que aquellos que han tenido conocimiento y experiencia en la obra de Dios cojeen y deban ser llevados. Deben ayudar, fortalecerse espiritualmente haciendo la voluntad de nuestro Padre celestial, para entonces ayudar a los vacilantes. Trabajemos con inteligencia, de corazón, con decisión y positivismo, para que seamos bendecidos y podamos bendecir a otros.— Carta 30, 1888.