Oh Jehová, oye mi oración, escucha mis ruegos; respóndeme por tu verdad, por tu justicia. SAL 143:1
Gary Habermas, coordinador del departamento de filosofíaen la Universidad Liberty es un hombre que piensa. También es un hombre que ora. Él mantuvo un registro de sus oraciones durante la década de 1980. Después de ser testigo de una serie increíble de providencias y sanamientos de Dios, tuvo que concluir que la oración personal es eficaz.
Cuando su abuela de 87 años se enfermó gravemente, él oró con mucho fervor junto a su lecho. Para su gran alegría, ella se recuperó.
Más tarde, a Debbie, su esposa desde hacía 23 años, le diagnosticaron cáncer del estómago. Oró nuevamente, con mayor fervor. Cuando Debbie falleció, parecía que la oración de Gary no había sido contestada.
Pero antes de fallecer, Debbie le susurró a su esposo: “Dios me habló tres palabras: Yo te amo”.
Debbie había dudado del amor de Dios toda su vida. Pero ahora Gary se dio cuenta de que ella estaba segura del amor de Dios como lo estaba del amor de Gary.
Gary experimentó un dolor intenso y una gratitud profunda. Aprendió algo sobre otra clase de sanidad, la sanidad emocional. Éstas son sus palabras: “Yo confío en que Dios contesta sabiamente mis oraciones. Esto no es lo mismo que decir que sé cuál será la respuesta”.
Gary Habermas rehusó ser inflexible. No demandó que Dios contestada su oración de una única manera. No se amargó. Como resultado, encontró algo hermoso en el consuelo del amor divino.
La oración es peligrosa cuando la usamos para arrinconar a Dios. Cuando demandamos una contestación precisa, de una forma precisa, en un tiempo preciso, jugamos a ser Dios. El que nos ama más que todos sabe cómo contestar nuestras oraciones de la mejor manera. Toda oración sincera será contestada, pero no quizá de la manera que nosotros estamos buscando. Los cristianos maduros confían que Dios contestaré sus oraciones de la manera que su infinita sabiduría vea mejor.
La solución de Dios y la nuestra pueden ser dramáticamente diferentes. “‘Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos’, dijo Jehová” (Isa. 55.8).
El amor de Dios no tiene límites. Su sabiduría es infinita, su poder sin paralelo. Podemos confiar en su amor ilimitado que moverá su sabiduría infinita para impartir su poder sin paralelo a fin de contestar nuestras oraciones de la manera que él sabe que es la mejor.