Todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo (Efesios 4:13, NVI).
Cada año más de un millón de personas visitan la Galería de la Academia de Florencia con un objetivo muy concreto: contemplar el David de Miguel Ángel. La celebérrima escultura, que fue tallada en un trozo de mármol considerado inservible para ese tipo de trabajo artístico, sobrepasa los cinco metros [16 pies] de alto y las seis toneladas de peso. Durante su medio milenio de existencia había sido considerado un símbolo de la perfección y la belleza; Sin embargo, hace unos años todos quedamos asombrados cuando se informó que la escultura tiene un desperfecto anatómico: hay un agujero entre la columna vertebral y el omoplato derecho. Salvo esa pequeña imperfección, se podría decir que la obra es anatómicamente perfecta.
El David es perfecto a pesar de esa imperfección. ¿No es paradójico? Pues esa es la paradoja humana: por un lado, somos perfectos porque la mano divina ha cincelado nuestra vida, porque somos el resultado del más excelso cincel que existe en el universo. Llevamos la perfección que Dios colocó en nosotros desde el mismo momento en que fuimos engendrados. Aunque quizás nuestras proporciones anatómicas distan mucho de las medidas humanas perfectas, en lo que respeta a Dios, cada uno de nosotros constituye el más bello ejemplo de perfección. Como el salmista, podemos decir: «Mi embrión vio tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar ni una de ellas» (Salmo 139:16). A, el Comentario bíblico adventista dice: «Así como el arquitecto dibuja el plano y traza las especificaciones para una nueva vivienda, también Dios dispone lo que ha de ser cada individuo aun antes de que este vea la luz del día. A cada uno le toca decidir si seguirá el diseño divino o no».*
Por otro lado, somos imperfectos porque formamos parte de un continuo proceso de cambios, porque todavía no hemos llegado «a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo (Efesios 4:13, NVI). Somos los perfectos en los que Dios sigue trabajando para pulir nuestras imperfecciones y asegurar de que todos lleguemos a la unidad, al conocimiento del Señor, a la «estatura de Cristo».
* Francis D. Nichol, ed., Comentario bíblico adventista (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1994), t. 3, pág. 939.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2023 «YO ESTOY CONTIGO» Promesas Bíblicas para vivir confiado Por: VLADIMIR POLANCO Colaboradores: Silvia Garcia y Alexandra Pérez