Lorenzo Dow pasó por un período de intensa búsqueda personal. Él quería tener una relación con Dios; quería estar lleno del Espíritu. Finalmente, Dios lo inspiró con las palabras: «Cree en la bendición ahora». En otras palabras, «cree que lo has recibido».
Éste fue el momento decisivo para Lorenzo. Contó: «Una dulce paz llenó mi alma».
Anteriormente, Lorenzo había oscilado entre el éxtasis y la melancolía. A menudo se desanimaba. Pero ahora Lorenzo comenzó a experimentar lo que él llamó «una simple, dulce paz, que me llenaba día tras día, de manera que la prosperidad o la adversidad no producían las subidas y bajadas de antes; mi alma es como el océano donde siempre hay calma en lo profundo».
Lorenzo Dow estaba lleno del Espíritu. Y estaba lleno de paz. Se convirtió en un poderoso hombre de Dios.
La paz no es un atributo que buscamos. No es un estado mental que logramos por medio de un estado de meditación. La paz es un don que Dios ofrece. La recibimos por fe. Cuando abrimos nuestros corazones al Espíritu, éste nos brinda paz.
Las Escrituras llaman al Espíritu Santo nuestro Consolador. La palabra del Antiguo Testamento es paracleto. Significa «uno que está al lado». Él nos sostiene y nos apoya, nos anima, nos afirma y nos da paz.
La paz es un estado de tranquila seguridad. Es el resultado de la con- fianza, de saber que alguien mucho más grande que nosotros está en control. La paz es lo opuesto a la preocupación.
La preocupación proyecta los peores escenarios posibles en la pantalla de la mente. La paz confía que Dios obrará para el bien en toda situación. El apóstol Pablo declara: «Porque él [Cristo] es nuestra paz» (Efe. 2:14). Jesús es el «Príncipe de paz» (Isa. 9:6). Al recibir a Cristo recibimos la paz. Y cuando tenemos paz con Dios, «no podemos sentirnos miserables» (Testimonies, t. ,5 p. 488).
El antiguo himno lo expresa apropiadamente: «¡Paz! ¡Paz! maravillosa paz, que viene del Padre celestial; llena mi espíritu para siempre, et ruego, con un amor sin fin»
En el día de hoy abra su corazón para recibir la Paloma de paz del cielo. Acepte el regalo de paz de Dios. Es suyo con tan solo pedirlo.