Y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno. COL 3:10.
Chuck, un joven alto y musculoso se presentó un día en la casa de Pat, compañero de una pandilla llamada los Rubes. Pat estaba solo, y Chuck rápidamente le preguntó. “¿Estas listo?”
— ¿Listo para qué?
Para robar la panadería en la calle Cuarta y la Elm—respondió Chuck con una sonrisa.
Hacía varias semanas que los dos habían planeado el robo, tan pronto
como Pat mejorara de su pierna lastimada. Había recibido un disparo mientras robaba una casa.
Lentamente Pat comenzó a explicar: Chuck hace unos días me ocurrió algo”.
— ¿Qué pasó?
—Fui salvo.
— ¿salvo de qué?
—Acepté a Cristo como mi Salvador —Pat contó rápidamente su historia sobre la iglesia, un llamado desde el altar, su confesión, el perdón que recibió y la nueva paz como hijo de Dios.
Chuck miró por un instante fuera de la ventana, y luego se dirigió a su
compañero. “Está bien, así que ahora eres salvo. ¡Gran cosa! Vamos, vayamos a asaltar la panadería”.
“Así que ahora eres salvo ¡Gran cosa! ” La respuesta de Chuck es la
misma de muchas personas. ¿Qué diferencia logra la conversión?
La conversión, ¡gran cosa!
Decir que uno ha nacido de nuevo tiene que ver muy poco con una genuina conversión. Una entrega genuina a Cristo lleva a un cristianismo auténtico que resulta en un cambio radical. Los hábitos antiguos cambian. Las actitudes antiguas se transforman. Los patrones de pensamiento antiguos se renuevan.
Por fe aceptamos que el viejo hombre fue clavado en la cruz junto con
Cristo. El viejo hombre ha muerto. Por fe creemos que cuando Cristo resucitó nosotros también nacimos con él. Ahora vivimos vidas nuevas por el poder del Cristo que resucitó. “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, ‘ como Min, la vida eterna” (Rom. 6:22).
La conversión genuina produce cambios. Si no hay diferencia, no hay conversión. Si no hay diferencia, podemos decir que hemos nacido de nuevo, Pero simplemente nos estamos engañando a nosotros mismos.
Cristo ofrece mucho más que la modificación superficial de nuestros viejos hábitos costumbres. Él nos ofrece una completa transformación. Y se la ofrece a usted ahora mismo.