En la médula del Gran Conflicto está la cuestión del carácter de Dios. Satanás desafió el gobierno de Dios e hizo la acusación de que la ley de Dios no se puede cumplir. Afirmó que Dios es injusto por haber establecido una ley que nadie puede obedecer. Muchos se preguntan por qué Dios no destruyó inmediatamente a Satanás cuando se rebeló en el cielo. ¿No habría podido Dios ahorrar al universo mucho dolor y angustia dando fin a la fuente del problema antes de que otros pudieran verse afectados?
Dios desea amor y adoración, no poder. Ninguna de estas dos cosas puede ser forzada. Dios no puede forzarnos a amarlo y adorarlo, como tampoco puede forzar a Satanás a hacerlo. El verdadero amor debe ser una decisión libre, y decidir conlleva inevitablemente riesgo.
Cualquiera que haya perseguido el afecto de alguien conoce el miedo al rechazo, y nada duele más que ser rechazado por una persona a quien amas. Ambas cosas coexisten: es imposible ofrecer la opción de amar sin que haya riesgo de sufrir rechazo. Algunas personas no buscan el amor por temor al rechazo, pero la mayoría descubre que el amor vale el riesgo. Dios sabía que la única manera de tener un universo en el que el amor se cultivara y pudiera florecer era ofreciendo a sus seres creados la libertad de elección.
Si Dios hubiera creado a los seres humanos y a los ángeles sin la capacidad de elegir, el mal nunca habría existido; después de todo, en un mundo sin opciones, no hay lugar para la decisión equivocada. Pero tal escenario también impediría el amor, porque el amor requiere libertad. Así que Dios tuvo que permitir que la rebelión de Satanás siguiera su curso para que los ángeles y otros seres creados pudieran ver dos cosas: primero, que el plan de Satanás era una estrategia para exaltarse a sí mismo; y, segundo, que, aunque el alejamiento entre Satanás y Dios parecía menor al principio, el resultado final era la muerte de millones de personas a lo largo de la historia, incluido el propio Jesucristo. Los reclamos de Satanás contra Dios y su liderazgo parecían leves al inicio. Dios no podía obligar a Satanás a obedecerlo, y tampoco podía destruirlo instantáneamente, porque hubiese parecido que sus acusaciones eran correctas. Las afirmaciones de Satanás y las consecuencias de rechazar a Dios y su gobierno tenían que desarrollarse para que el universo no caído pudiera comprobar los resultados completos de la rebelión.
Satanás busca acusar a Dios y a sus seguidores, pero Apocalipsis 12: 11 señala que podemos vencer por la sangre del Cordero. Al vivir como un ser humano y luego morir en la cruz, Jesús reveló el verdadero amor de Dios. La cruz también expuso el odio cruel de Satanás, para que todos lo verificaran. El contraste no podía ser mayor: Jesús se humilló y fue exaltado por Dios (Fil. 2: 5-11); Satanás se exalta a sí mismo y es humillado por Dios (Isa. 14: 12-14). Jesús sacrificó su vida para pagar el precio que exigía la ley quebrantada, demostrando así que la ley puede cumplirse y que Dios es un gobernante justo y amoroso.
Hoy, si ponemos nuestra confianza en Dios, podemos vencer a Satanás porque Jesús ya lo derrotó y comparte con nosotros las recompensas de su victoria.
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2023. 4to. trimestre 2023 LA HERENCIA ADVENTISTA Lección 5 «EL GRAN CONFLICTO» Colaboradores: Pr. Brayan R Cedillo & Magda Sanchez