Las Bellas Historias de la Biblia Para el: 21 noviembre
LAS quejas y las murmuraciones sin fin eran demasiado para Moisés. Y con razón. El trabajo de conducir a un millón de hombres, mujeres y niños a través de un desierto caluroso y seco, era de por sí una tarea difícil, sin añadirle todas las críticas.
Cuando Moisés oró a Dios acerca de este asunto, el Señor le dijo que eligiera setenta de los mejores hombres de Israel y formara un consejo que compartiera buen parte de la responsabilidad. Así, él no cargaría con toda la culpa cuando las cosas parecían ir mal.
Jetro su suegro, le había dicho una vez lo mismo, y en aquel tiempo Moisés había nombrado dirigentes de mil, de cien, de cincuenta y de diez. Pero aún así se estaba matando con el trabajo y las preocupaciones.
—»Tráeme a setenta ancianos de Israel, y asegúrate de que sean ancianos y gobernantes del pueblo —le dijo Dios—. Llévalos a la Tienda de reunión, y haz que esperen allí contigo».
Obedientemente, Moisés hizo entonces una lista de los mejores hombres que él conocía en el campamento. Les mandó a avisar que se encontraran con él a la puerta del tabernáculo. Extrañamente, solo vinieron sesenta y ocho. Cuando pasó lista, faltaban dos: Eldad y Medad. Los nombres sugieren que tal vez se trate de hermanos, probablemente mellizos.
La Biblia no dice por qué no vinieron cuando Moisés los llamó. Claro que no se debía a que fueran rebeldes u obstinados, o algo por el estilo. Si lo hubieran sido, Moisés nunca los habría elegido para ser miembros del nuevo concilio de Israel. Tal vez estaban realizando alguna buena acción en favor de alguien, y no podían dejarla, o probablemente no se sintieron dignos del honor que Moisés les había ofrecido.
El hecho es que no llegaron y que Moisés tuvo que seguir adelante sin ellos. Ubicó a los sesenta y ocho dirigentes «alrededor de la Tienda de reunión» y esperó que Dios obrara.
De repente, la columna de nube descendió muy cerca de todos ellos, tan cerca que podían oír a Dios hablándole a Moisés. Entonces, ocurrió algo realmente admirable. El Espíritu de Dios descendió sobre todos ellos, y «se pusieron a profetizar». Debió haber sido algo similar a lo que ocurrió unos quince siglos más tarde en el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos y comenzaron a hablar acerca de las cosas maravillosas de Dios.
Ahora podemos ver por qué Moisés había ubicado a los sesenta y ocho hombres «alrededor de la Tienda de reunión». Si hubieran estado en un solo grupo todos juntos, y hubieran empezado a hablar al mismo tiempo, habría ocurrido una gran confusión; pero ahora cada hombre tenía su propio auditorio. Y mientras los israelitas que se habían juntado alrededor del tabernáculo escuchaban las cosas hermosas que decían los hombres, estaban impresionados de que Moisés hubiera elegido verdaderos hombres de Dios para ser sus líderes espirituales.
En medio de toda la agitación, un joven se abrió paso entre la multitud y vino corriendo hacia Moisés, mientras exclamaba:
—»¡Eldad y Medad están profetizando dentro del campamento!»
De esta manera, Dios no había olvidado a los dos hombres que faltaban, aun cuando no habían podido llegar a la reunión frente al tabernáculo por alguna justa razón. Él había puesto su Espíritu sobre ellos también, lo que prueba que ambos deben haber sido hombres muy buenos.
Pero a Josué no le gustaba lo que estaba ocurriendo.
—»¡Moisés, señor mío, deténlos!» —exclamó.
Tenía miedo de que, si otras personas comenzaban a profetizar en el campo, despojarían a Moisés de parte de su poder y autoridad.
Pero a Moisés no le preocupaba:
—»¿Estás celoso por mí? —dijo—. ¡Cómo quisiera que todo el pueblo del Señor profetizara, y que el Señor pusiera su Espíritu en todos ellos!»
Moisés no se sentía celoso en lo más mínimo de que otras personas estuvieran haciendo las cosas que él había estado realizando solo hasta ese momento. Estaba listo para compartir la gloria de la dirección, si esa era la voluntad de Dios. ¿Por qué debía preocuparse de que Eldad y Meldad estuvieran profetizando en el campo? Habría setenta personas que desde ese momento lo estaríán haciendo, y él hubiera querido que todos los israelitas merecieran ese honor.
Las palabras de Moisés —»¡Cómo quisiera que todo el pueblo del Señor profetizara!»— se hallan entre las más hermosas de la Biblia. Todos debemos tratar de recordarlas. Pues la disposición a compartir las alegrías y las recompensas del liderazgo es una señal de verdadera nobleza. Solo las personas pequeñas y egoístas tratan de guardarse para sí las mejores cosas, los primeros lugares, los mayores honores.
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Tomado de: Las Bellas Historias de la Biblia
Por: «Arthur S. Maxwell»
Colaboradores: Ale Martinez & Miguel Miguel
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