«Es como cuando un hombre se va de viaje y, al marcharse, deja su casa al cuidado de sus criados. A cada uno le deja una tarea y le ordena al portero que vigile». Marcos 13:34, NBV
CUANDO Dios ORDENÓ que se construyera el tabernáculo en el desierto, a cada uno le señaló su obra. […] Al armar y desarmar el tabernáculo, al trasladarse de un lugar a otro en el desierto, se especificó claramente el lugar que debían ocupar.
Cristo era el General invisible de esa muchedumbre de más de un millón de personas, en la que no había movimientos casuales ni desordenados. De cada uno se requería orden, rapidez y exactitud en el puesto que se le había asignado. Aquí hay una lección importante para la iglesia y para cada persona a quien Dios ha elegido para que desempeñe una parte en su gran obra. A nadie se le pide que haga el trabajo de otro. Cada uno debe hacer el trabajo que se le ha asignado con exactitud e integridad. La dirección de esa gran iglesia en sus viajes por el desierto simboliza la dirección de la iglesia hasta el final de la historia terrena, hasta que entre en posesión de la Canaán celestial. […]
El Señor necesita toda clase de obreros especializados: «Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo» (Efe. 4: 11, 12). […] Cada obrero de la viña del Señor debe estar santificado en su mente y corazón por la verdad, para poder ver no solo la parte de la obra en la que se ocupa, sino también cuál es su relación con el gran todo. Cuando los obreros son consagrados a Dios, revelan el amor de Dios por sus hermanos que trabajan a las órdenes del Maestro invisible. «Somos colaboradores de Dios» (1 Cor. 3: 9).
Todos formamos parte de la gran tela de la humanidad. Somos un hilo tejido junto a otros hilos para constituir la tela como un todo completo. […] Seamos hijos de Dios para llevar a cabo sus designios. Jamás podremos manejarnos a nosotros mismos.— Carta 86a, 1893.