Temible eres, oh dios, desde tus santuarios; el Dios de Israel, él da fuerza y vigor a su pueblo. SAL 68:35
Dwight L. Moody sostenía una hermosa conversación con Dios undía mientras caminaba las ajetreadas calles de la ciudad de Nueva York. Le había pedido a Dios que lo llenara con su EspírituSanto.
Fue difícil para Moody encontrar las palabras que describieran lo que sucedió a continuación. Pero él escribió lo siguiente: “Sólo puedo decir que Dios se reveló a si mismo ante mí, y tuve una experiencia tal de su amor que tu e que pedirle que detuviera su mano”.
Moody se sintió embargado al experimentar el amor de Dios. Como resultado, encontró un gran poder. Al retornar al trabajo, predicó los mismos sermones que siempre había predicado, y sin embargo, hubo una diferencia. Ahora “se convertían por cientos”.
Moody escribió: ‘No quisiera volver al tiempo previo a esa bendita experiencia ni aunque me dieran todo el mundo”.
Dios anhela hacer mucho más por nosotros de lo que posiblemente podemos imaginamos. A menudo vivimos muy por debajo de nuestros privilegios. Recogemos unas pocas migajas espirituales por aquí y por allí cuan- do podríamos festejar y saciarnos en el banquete de su amor.
El salmista adecuadamente lo describe: ‘Abres tu mano, y colmas de bendición a todo ser viviente” (Sal. 145: l6). La mano de Dios está abierta. Él ofrece bendiciones espirituales inimaginables. Él anhela que seamos llenos de su amor, del Espíritu Santo, de su poder. Cuando lo buscamos de todo corazón, la derrama la abundancia de su Espíritu.
“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestroshijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que lo pidan?” (Luc. 11:13).
El Espíritu Santo es la presencia personal de Cristo que da energía al alma. El Espíritu Santo es la tercera persona de la trinidad, quien da poder vivificante a nuestras vidas. Él es el representante personal de nuestro Señor, quien trae vitalidad a nuestra experiencia cristiana. El Espíritu Santo nos convence de pecado, revela la verdad de Dios y nos conduce al servicio.
Busque su presencia hoy, y al igual que Dwight L. Moody, experiméntela en forma total. No quede satisfecho con ninguna otra cosa a no ser el Espíritu Santo que llene su vida. Pídale a Dios que se lo envié. Abra su corazón para recibirlo, y reclame el don de la fe.