Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. JUAN 15:11.
Jacobo Knapp comenzó a buscar a Dios intensamente. Él había luchado con sentimientos de culpa por algún tiempo. Un día se dio cuenta de que Jesucristo había quitado su carga de pecado. Knapp se levantó de sus rodillas y elevó sus ojos con gratitud.
Y luego sucedió algo. Parecía como si Jesús estuviera descendiendo hacia el con sus brazos abiertos.
Estas son las palabras de Jacobo: «Mi alma saltó dentro de mí, y prorrumpí… en cantos de alabanzas al bendito Salvador. Parecía que las dulces melodías de los pájaros armonizaban con los cánticos. El sol brillaba con una luz que no era propia. Los árboles majestuosos parecían inclinarse en dulce sumisión. Toda la naturaleza sonreía, y todo objeto, animado e inanimado, alababa a Dios con un sonido demasiado elevado y demasiado simple para que no se le pudiera entender (aunque nunca se le había escuchado antes)».
Esta experiencia fue crucial para el ministerio de Jacobo. Fue el momento decisivo de su vida. Descubrió que el cristianismo no es meramente aceptar algo en lo cual creer, sino a Alguien a quien amar. El cristianismo es más que un sistema de doctrinas. Es una experiencia interna con Dios. Esta experiencia con Dios es lo que lo distingue.
Un matrimonio sin amor se torna en esclavitud. Una pareja puede vivir junta pero estar a kilómetros de distancia emocionalmente. Exteriormente aparentan vivir como un matrimonio, y están juntos por causa de los hijos, pero ambos se sienten atrapados.
Nuestra experiencia religiosa puede ser similar. Es posible sentirse atrapado por reglas rígidas. La religión puede degenerar en obligación, lo que se «debió» y se «debe» hacer. El amor todo lo cambia. Una relación con Dios llena nuestros corazones de calidez, amor y alabanza. En Cristo nuestros corazones cantan. A través de él el deber se torna en deleite, el sacrificio se convierte en placer, sus mandamientos se transforman en puertas que se abren a la felicidad.
El ministerio de Jacobo Knapp ganó más de 100.000 personas para Cristo. Quizá usted no haya tenido la conversión dramática que experimentó Jacobo. Tampoco tiene que esperar algo parecido. Pero usted puede tener una íntima relación con Jesús que llene su vida de amor. Lleno de este amor, usted puede salir y cambiar al mundo, tal como lo hizo Jacobo.