Cientos de eruditos se habían reunido para honrar al hombre que había ganado el premio Nobel de ciencias. Durante las ceremonias preliminares su esposa había aguardado detrás del escenario, junto con las esposas de los otros hombres que también serían galardonados. La esposa del ganador del premio Nobel no parecía particularmente emocionada. Las otras damas le preguntaron por qué.
«¿Cómo puedo estar feliz con un hombre así?» preguntó ella, y prosiguió describiendo una vida de hogar realmente patética.
Inmediatamente las otras mujeres se le unieron. «Pues, ése es exactamente mi caso». Todas tenían la misma experiencia de negligencia y abuso.
Mientras las cámaras captaban el escenario y los dignatarios daban sus halagadores discursos, detrás del escenario se desarrollaba una historia diferente. Los que estaban más cerca de los ganadores sólo podían describir la miseria que compartían.
Una cosa es estar en lo cierto. Otra cosa es ser agradable. Es posible tener un cociente intelectual alto pero un CB bajo.
CB es el cociente de bondad. Tiene que ver con nuestras relaciones interpersonales. El éxito en la vida no ocurre simplemente por ser inteligentes, sino por la forma en que tratamos a las demás personas. El factor bondad es lo que marca la diferencia.
La bondad es uno de los atributos más atractivos de Dios. Él es «clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia» (Neh. 9:17).
El salmista declara: «La fidelidad de Jehová es para siempre» (Sal. 117:2).
La bondad se manifiesta en buscar oportunidades para hacer el bien a otros. Su deleite es hacer felices a los demás. La bondad no demanda sino que da. Piense en lo que sería el ambiente de nuestros hogares si todos fuéramos un poco más bondadosos. Piense en lo que sería el lugar de trabajo si todos fuéramos un poco más amables. Piense en lo que nuestras escuelas, nuestras iglesias y nuestras juntas serían si todos fuéramos un poco más bondadosos.
La bondad genera bondad. Las personas a nuestro alrededor a menudo reflejan las actitudes que nosotros proyectamos hacia ellas. Son como espejos que reflejan lo que nosotros somos.
La niñita estaba en lo cierto cuando una noche oró: «Señor, ayuda a todas las personas malas a ser buenas, y ayuda a todas las personas buenas a ser amables».
¿Por qué no piensa usted hoy en alguien con quien pueda compartir un acto de bondad?