«Entonces Jesús le dijo: «Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él servirás»». Mateo 4:10
«NO TENDRÁS DIOSES ajenos delante de mí» (Éxodo 20: 3). […] El primer « mandamiento no se transgrede únicamente negando la existencia de Dios o inclinándose delante de ídolos de madera y piedra. Muchos profesos seguidores de Cristo infringen sus principios, pero el Señor del cielo no reconoce como hijos suyos a los que guardan en su corazón cualquier cosa que ocupe el lugar que únicamente Dios debería tener. Muchos se inclinan ante la complacencia del apetito, mientras que otros lo hacen ante las modas y el amor al mundo, y les conceden el primer lugar en el corazón. […]
Dios nos ha dado muchas cosas en esta vida sobre las que podemos derramar nuestros afectos, pero cuando llevamos hasta el exceso lo que en sí mismo es bueno, nos convertimos en idólatras. […] Cualquier cosa que separe nuestros afectos de Dios y disminuya nuestro interés en las cosas eternas es un ídolo. Los que emplean el tiempo valioso que Dios les ha dado, el cual ha sido comprado a un precio infinito, en embellecer sus hogares para ostentación, en seguir las modas y las costumbres del mundo, no solo están privándose del alimento espiritual, sino también dejando de darle a Dios lo que es suyo. El tiempo así gastado en la complacencia de los deseos egoístas podría emplearse en obtener conocimiento de la Palabra de Dios, en cultivar nuestros talentos para prestar un servicio inteligente a nuestro Creador. […] Dios no compartirá un corazón dividido. Si el mundo absorbe nuestra atención, él no puede reinar supremo. Si esto disminuye nuestra dedicación a Dios, es idolatría ante sus ojos. Dios no excusará al transgresor en este sentido.
«Dios es Espíritu, y los que lo adoran, en espíritu y en verdad es necesario que lo adoren» (Juan 4: 24). Cuando nuestro corazón esté afinado para alabar a nuestro Hacedor, no solo en salmos, himnos y cantos espirituales, sino también en nuestra vida, entonces viviremos en comunión con el cielo. […] Habrá gratitud en el corazón y en el hogar, en la devoción privada, así como en la pública. Esto constituye la verdadera adoración a Dios.— The Youth’s Instructor, 31 de diciembre de 1896.