Muchos creen que sus fallas de carácter no les permiten alcanzar la norma que Cristo estableció, pero todo lo que estos tienen que hacer es humillarse a cada paso bajo la poderosa mano de Dios. Cristo no estima al hombre por la cantidad de trabajo que hace, sino por el espíritu con que lo hace.
Cuando Cristo ve que los hombres llevan las cargas con humildad, desconfiando de sí mismos y confiando en él, añade a la obra de ellos su perfección y suficiencia, y entonces el Padre la acepta. Se nos acepta en el Amado. Los defectos del pecador quedan cubiertos por la perfección y la plenitud del Señor, nuestra justicia. A los que con sincero deseo, con corazón contrito, están haciendo humildes esfuerzos para vivir a la altura de los requerimientos de Dios, el Padre los considera con el más tierno amor; los considera hijos obedientes, y les imputa la justicia de Cristo.—Carta 4, 1889.
El conocimiento de Cristo da vigor a la mente
Cristo es el manantial de la vida. Lo que muchos necesitan es un conocimiento más claro de él; necesitan que se les enseñe con paciencia y bondad, pero también con fervor, a abrir de par en par todo su ser a las influencias curativas del Cielo. Cuando el sol del amor de Dios ilumina los oscuros rincones del alma, el cansancio y el descontento pasan, y satisfacciones gratas vigorizan la mente, a la par que dan salud y energía al cuerpo.—El Ministerio de Curación, 191 (1905).
Con Cristo no hay fracaso
El poder omnipotente del Espíritu Santo es la defensa de toda alma contrita. Cristo no permitirá que pase bajo el dominio del enemigo quien haya pedido su protección con fe y arrepentimiento. El Salvador está junto a los suyos que son tentados y probados. Con él no puede haber fracaso, perdida, imposibilidad o derrota; podemos hacer todas las cosas mediante Aquel que nos fortalece.— El Deseado de Todas las Gentes, 455 (1898).
MENTE CARÁCTER Y PERSONALIDAD TOMO #2 SECCIÓN #17: PSICOLOGÍA PRÁCTICA CAPÍTULO 87: PSICOLOGÍA Y TEOLOGÍA Por: Elena G De White Colaboradores: Liseth Orduz & América Lara