«Enoc anduvo siempre con Dios, y un día desapareció porque Dios se lo llevó». Génesis 5:24, RVC
ENOC VIVIÓ EN una época corrompida, cuando el poder moral estaba muy debilitado. La contaminación abundaba a su alrededor. Sin embargo, caminó con Dios. Dedicó su mente a la devoción, para pensar en las cosas que eran puras y santas; y su conversación giraba en torno a temas santos y divinos. Fue compañero de Dios. Caminó con él y recibió su consejo. Tuvo que luchar con las mismas tentaciones que nosotros. La sociedad que lo rodeaba no era más amiga de la justicia que la sociedad que nos rodea en la actualidad. La atmósfera que respiraba estaba contaminada por el pecado y la corrupción, tal como lo está la nuestra; y, sin embargo, no se ensució con los pecados que prevalecían en su tiempo. De igual manera, nosotros podemos permanecer puros y sin corrompernos como el fiel Enoc.— The Review and Herald, 23 de agosto de 1881.
Vivimos en una época en la que prevalece la maldad. Los peligros de los últimos días se acumulan a nuestro alrededor y, debido a que abunda la iniquidad, se enfría el amor de muchos. E…] Se nos señala la brevedad del tiempo para estimularnos a buscar la justicia y convertir a Cristo en nuestro amigo. Pero este no es el gran motivo. Tiene sabor a egoísmo. ¿Es necesario que se nos señalen los terrores del día de Dios para que por miedo obremos correctamente? No debería ser así. Jesús es atractivo. Está lleno de amor, misericordia y compasión. Se propone ser nuestro Amigo, caminar con nosotros en todos los ásperos caminos de la vida. Nos dice: «Yo soy el Señor tu Dios; camina junto a mí y llenaré de luz tu camino». Jesús, la Majestad del cielo, se propone elevar al compañerismo consigo a los que acuden a él con sus cargas, sus flaquezas y sus preocupaciones. Los hará sus amados hijos y, finalmente, les dará una herencia de más valor que el imperio de los reyes, una corona de gloria más valiosa que cualquiera que haya ceñido la frente del más excelso monarca terrenal. […]
Tenemos el privilegio de caminar diariamente cerca de Jesús, con serenidad y felicidad.— Ibid., 2 de agosto de 1881.