Pero Jesús lo oyó y le dijo: “No tengas miedo; solamente cree, y tu hija se salvará”. Lucas 8:50, DHH.
La hija de Jairo estaba enferma de muerte. La muerte del hijo único era considerada una tragedia porque era quien conservaría el nombre de la familia (ver 5CBA, p. 752). El líder de la sinagoga se arrodilló a los pies de Jesús suplicando ayuda. “La casa del príncipe no quedaba muy lejos, pero Jesús y sus compañeros avanzaban lentamente porque la muchedumbre le apretujaba de todos lados. La dilación impacientaba al ansioso padre, pero Jesús, compadeciéndose de la gente, se detenía de vez en cuando para aliviar a algún doliente o consolar a algún corazón acongojado” (DTG, p. 310). Su fe y sus expectativas fueron interrumpidas. ¿Cómo reaccionas ante la demora, cuando tus expectativas no son satisfechas?
¿Por qué Jesús se tardó esta vez? Él sanaba en forma inmediata, en proceso, o a la distancia. En dos ocasiones esperó a que la persona muriera para completar su milagro. Jesús es Dios, y sabe cuándo es el tiempo perfecto, no necesariamente como deseamos, pero siempre para nuestro bien. Cuando experimentes la pérdida de un ser amado, del empleo, la salud o alguna otra pérdida, no abandones la fe. Quédate apegada a ese rayo de esperanza: Jesús lo resolverá a su tiempo y a su modo. Jesús y Jairo llegaron a la casa, y la niña fue resucitada:
Cuando no recibimos al instante las mismas cosas que hemos pedido, debemos creer aún que el Señor oye y que contestará nuestras oraciones. Somos tan cortos de vista y propensos a errar, que algunas veces pedimos cosas que no serían una bendición para nosotros, y nuestro Padre celestial responde con amor nuestras peticiones dándonos lo que es para nuestro mayor bien: lo que nosotros mismos desearíamos sí, con visión divinamente iluminada, pudiéramos ver todas las cosas como realmente son. Cuando nos parezca que nuestras oraciones no son contestadas, debemos aferrarnos a la promesa; porque el tiempo de recibir contestación seguramente vendrá, y recibiremos la bendición que más necesitamos. Pero es presunción pretender que nuestras oraciones sean contestadas siempre en la forma precisa y según la cosa particular que deseamos. Dios es demasiado sabio para equivocarse y demasiado bueno para negar algo bueno a los que andan en integridad. Así que no temas con fiar en él, aunque no veas la inmediata respuesta a tus oraciones (CC, pp. 95, 96).
Mantén la esperanza, aunque no veas luz al final del túnel.