En Apocalipsis 12: 7, se nos presenta a los dos protagonistas de esta gran guerra: 1) Miguel y 2) el dragón.
1. El dragón es identificado dos versículos más adelante como la «serpiente antigua […] Diablo y Satanás». Cada uno de estos nombres describe un aspecto diferente de su carácter y de su forma de actuar.
2. Miguel es el nombre del gran arcángel que está en guerra con Satanás (Judas 9). «Arcángel» significa jefe o príncipe de los ángeles, y a veces se llama a Miguel «el gran ángel protector» (DHH, NBV) / «el gran príncipe» (RVA-2015, RVC, NVI, LBLA, JBS, NBLA, BLP) / «el gran ángel encargado de proteger a su pueblo» / «el jefe de los ángeles y defensor de Israel» (TLA) (ver, por ejemplo, Daniel 12: 1). Sabiendo que Jesús regresará a esta tierra con voz de arcángel (Juan 5: 28, 29; 1 Tes. 4: 16), podemos deducir que Miguel es uno de los muchos títulos de Jesús, no porque sea un ángel o un ser creado, sino porque es el líder de los ángeles.
La guerra en el cielo comenzó porque Satanás desafió el gobierno, la autoridad y el carácter de Dios. Obviamente, Dios no aniquiló de inmediato a su oposición, un hecho que arroja luz sobre su carácter: él es paciente y lento para airarse (Sal. 145: 8). Sin embargo, la guerra entre Miguel y el dragón se intensificó hasta que ya no hubo lugar para Satanás y sus ángeles en el cielo.
La Biblia afirma que el diablo y sus ángeles fueron arrojados al planeta Tierra (Apoc. 12: 9), con lo que el conflicto también se trasladó del cielo a la tierra. Satanás amplió entonces sus ataques para incluir al pueblo de Dios, y «día y noche los acusaba delante de nuestro Dios» (vers. 10). El punto de ataque se había trasladado del Creador a su creación. Causar dolor a los hijos de alguien es a menudo más doloroso que si el ataque se dirigiera directamente a los padres; algo que podemos suponer que Satanás sabía muy bien.
El versículo 11 esboza tres cosas que podemos hacer para obtener la victoria en esta batalla cósmica en curso: reclamar la sangre de Jesús, recordar el poder de nuestros testimonios y estar dispuestos a entregar nuestra vida, si fuéramos llamados a hacerlo. La sangre de Cristo es lo único que realmente puede expiar nuestros pecados. Al reclamar su sangre, reclamamos su victoria sobre la muerte misma. Compartir lo que Dios ha hecho por nosotros nos ayuda a mantener una actitud de agradecimiento en lugar de amargura y eleva a la iglesia en general. No fuimos creados para vivir aislados, así que no rehúyas el acto alentador de compartir con tu familia espiritual. Estar dispuesto a dar la vida por el evangelio revela un compromiso total con Dios. Cuando alguien valora una creencia (en este caso, la creencia en Dios) por encima de la vida, no hay nada que pueda hacerse para disuadirlo de esa creencia. Nuestra vida en la tierra es muy valiosa, pero debemos amar más nuestra vida eterna. Debemos estar dispuestos a renunciar a una para ganar la otra.
Después de repasar el texto que copiaste y resaltaste:
¿Qué enseñanzas especiales crees que refleja?
¿Qué preguntas te surgen?
¿Qué partes te parecieron difíciles?
¿Qué otros principios y conclusiones encuentras?
¿Cómo podemos ayudar a quienes están atrapados en la culpa y la vergüenza a escapar de esas ataduras? En tu opinión, ¿cómo habrían reaccionado los ángeles si Dios hubiera aniquilado inmediatamente a Satanás en respuesta a su rebelión?
¿Cómo podemos, pecadores como somos, tener la esperanza de obtener la victoria sobre Satanás?
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2023. 4to. trimestre 2023 LA HERENCIA ADVENTISTA Lección 5 «EL GRAN CONFLICTO» Colaboradores: Pr. Brayan R Cedillo & Magda Sanchez